Hace algunos días tuve el
privilegio de ver la película El lobo de
Wall Street, cinta nominada al Óscar en varias categorías, incluidas mejor
filme, mejor actor principal, entre otras. No voy a hacer en este escrito una
crítica exhaustiva de la película, ya lo hice en otro medio (ver AQUÍ), lo que
realmente deseo es reflexionar sobre un pasaje en particular de esta
producción.
En una de las primeras
escenas del filme, el protagonista Jordan Belfort (interpretado por Leonardo Di
Caprio) se encuentra en un almuerzo de trabajo al lado de su mentor (papel que
encarna Matthew McConaughey). El mentor le está dando una
serie de recomendaciones a su pupilo sobre el mundo de la bolsa de valores, y
sobre la “filosofía” de su trabajo. Belfort, que en ese momento estaba
empezando a incursionar en el mundo bursátil, le pregunta a su jefe de forma
ingenua –palabras más, palabras menos-: “¿Debo ofrecerle un servicio al
cliente?”, el mentor emite una risa contenida, y le responde: “No, tu trabajo
es sacarle el dinero de sus bolsillos, y ponerlo en el tuyo”.
La escena es clave para
entender toda la película, porque esa es la piedra de toque de toda la trama.
Jordan Belfort se convierte en un verdadero magnate, en un mago de la bolsa de
valores, y en un delincuente. El afán de Belfort y de sus empleados era ganar
dinero como fuera, esto es, vender acciones utilizando cualquier artimaña para
captar el interés de los compradores. En principio, utilizaron lo que se llama
en el comercio el dolus bonus, o el
engaño usual que se lleva a cabo en el mundo mercantil para convencer a los
compradores; pero, después incursionaron en maniobras fraudulentas que
simplemente están prohibidas por la Ley.
La filosofía del mentor de
Belfort es la filosofía del capitalismo. En este sistema el interés no está en “servir”,
“ayudar”, o “cooperar”; está en “tomar”, “acaparar”, “competir”, “monopolizar”,
“ganar”. El problema es que vemos a nuestro prójimo como nuestro competidor o
como nuestra víctima, no lo vemos como nuestro socio, o como nuestro hermano, o
como nuestro igual. La filosofía del capitalismo es simple: transportar el
dinero del bolsillo de los demás y ponerlo en el nuestro, como sea. ¿Cuál es el
resultado de esta filosofía? Lo vemos a diario: pobreza, violencia, terrorismo,
narcotráfico, estafas, robos, delincuencia, prostitución, hambre, etc, etc.
Sí, los lobos del
capitalismo somos todos, algunos son más voraces que otros, pero todos jugamos
en este sistema que está llevando a nuestra especie al colapso total.
Los que están leyendo estas
palabras se preguntarán: ¿Entonces, cuál es la alternativa, el socialismo?
Peor, el socialismo, y está comprobado, solo genera más pobreza, ya que asfixia
la iniciativa privada e individual, el socialismo solo le sirve a sus líderes.
Capitalismo y socialismo
son expresiones de un mismo sistema de convivencia basados en la dominación. En
el capitalismo mandan los dueños del capital, del dinero; y en el socialismo
mandan los líderes del partido político imperante. Como decía alguien: “En el
capitalismo hay concentración de la riqueza, y en el socialismo hay repartición
de la pobreza”.
Ambos sistemas son
ineficientes, inoperantes, porque se basan en un sistema de convivencia humano
artificial. Ambos sistemas se nutren de la pobreza. En el capitalismo la única
forma de lograr que el dinero tenga un valor es que esté en pocas manos; en el
socialismo los líderes del partido, o del aparato burocrático solo pueden
dominar si sus subalternos tienen menos poder o medios materiales.
Tanto los que mandan en el
capitalismo, como los que dominan en el socialismo son lobos. Estos líderes
viven a costa de su voracidad, porque su único objetivo es el poder. No quieren
servir, no quieren ayudar, no quieren cooperar, quieren saciar su hambre de
poder y de dominación a costa de los demás.
La filosofía del
capitalismo y del socialismo no es el servicio, no es la cooperación, no es la
asociación, es la satisfacción del apetito de poder, a toda costa. ¿Cuáles son
los resultados? Una sociedad humana enferma, deteriorada, agonizante. Si unos
pocos tanto en el capitalismo como en el socialismo quieren tenerlo todo a
costa de los demás, pues estamos creando un mundo no viable, no vivible, no
adecuado para la supervivencia de la especie.
¿Suena exagerado? Temo que
no. Hoy en día, el ser humano puede, apretando un solo botón, destruir todo el
Planeta a través de la explosión de armas atómicas. El calentamiento global es
el resultado de la explotación de los recursos naturales de forma irresponsable,
donde solo se piensa en la ganancia personal, pero no en las consecuencias
colectivas que tiene esta explotación. Las pandemias también son el resultado
de este sistema de convivencia humano equivocado. Debido al ánimo de ganar
dinero se han hecho investigaciones médicas y científicas irresponsables, que
han generado mutaciones de virus y de bacterias que podrían destruir a la
humanidad. Las guerras, pues ni se diga; con el objetivo de dominar se desarrollan
verdaderas máquinas de muerte, y se destruyen naciones enteras.
¿Cuál es la alternativa,
entonces? Lo hemos dicho mil veces; se necesita un nuevo sistema de convivencia
humano basado en la cooperación, y no en la dominación. Nosotros lo hemos
llamado capitalismo filantrópico del
techo político (ver blog FBG Filantropía AQUÍ), pero también se podría
llamar de otra forma, por ejemplo, Nuevo
Humanismo, o Nueva Humanidad.
En esta Nueva Humanidad,
los lobos del capitalismo y del socialismo tendrán que entrar a rehabilitación,
para sanarse de su adicción al poder. Los protagonistas de la Nueva Humanidad
ya no serán los caudillos, los líderes, los jefes, o los gobernantes, serán los
ciudadanos en general, las mujeres y los hombres comunes y corrientes que
desean vivir en un Nuevo Mundo; un Nuevo Mundo basado en la prosperidad y no en
la pobreza, basado en la cooperación y no en la dominación, basado en el
servicio mutuo y no en el robo y la explotación.
Otra película de hace
algunos años, llamada Wall Street,
dirigida por Oliver Stone, y cuyo personaje principal también era un magnate de
la finanzas llamado Gordon Gekko (papel interpretado
por Michael Douglas), mostraba ese mismo ámbito de codicia y de deseo de
riqueza. Gekko decía: “La ambición es buena”. Yo creo que la ambición es buena,
pero depende de lo que estemos ambicionando. Yo ambiciono un mundo donde no
haya pobreza, donde no haya calentamiento global, donde no haya pandemias,
donde no haya guerras. Esa ambición es buena, pero ambicionar dinero y poder
para mí mismo, sin pensar en los demás, es mala, es perversa, es corrompida.
Los lobos del capitalismo y
del socialismo están más activos que nunca, ahora van por todo, lo quieren
todo, ya no les satisface tener mucho, ahora están enfermos por el poder total.
Sin embargo, tienen que enfrentarse a un obstáculo gigante: el espíritu humano.
El espíritu humano es infinito, inconmensurable, indestructible; eso lobos no
pueden hacer nada contra él, serán derrotados, y cuando estén revolcándose en
el suelo, debido a su incapacidad para satisfacer sus aberraciones, verán
surgir una Nueva Humanidad, y un Nuevo Mundo sin “lobos” nacerá.