Los envidiosos


Hay dos tipos de personas en este mundo: los que hacen, y los que critican a los que hacen. Los primeros, los podríamos llamar creadores; los segundos, serían los envidiosos. Un ejemplo de esta clasificación serían Mozart y Salieri. El primero es uno de los compositores de música clásica más importante de todos los tiempos, un creador; Salieri pasó a la historia como el envidioso, como el que no dejó que Mozart prosperara en Viena. Mozart solo quería componer música, quería crear, por eso no fue un lagarto de esos que van detrás de los poderosos para obtener beneficios por su servilismo. Salieri era un músico reputado, pero no era Mozart; él armó una manguala contra el genio de Salzburgo por su origen germano, ya que deseaba proteger el trabajo de los músicos italianos –a toda costa- en la ciudad austríaca. Salieri incluso admiraba a Mozart, sin embargo pasó a la historia como el prototipo del envidioso, del que se fija en lo que hacen los demás para compararse. Mozart murió en la miseria, pero se convirtió en una leyenda; en cambio, me imagino que Salieri no murió en la miseria, pero quedó como lo que fue en los registros de la historia.

Hoy, por estos días, sucede algo similar en Colombia, aunque no en el campo de la música sino en el de la ciencia. El científico Raúl Cuero, un afrocolombiano, saltó a la fama por su historia de vida, por su esfuerzo en busca de un sueño. El doctor Cuero (ya que él es Ph.D) nació y creció en la miseria en el Pacífico colombiano, luego viajó a Estados Unidos donde logró obtener importantes títulos en el campo de la investigación científica. Hoy en día el doctor Cuero trabaja en una universidad de ese país, ha logrado que la NASA le dé recompensas por su trabajo, ha publicado varios artículos, y ha patentado algunos inventos. El doctor Cuero es un creador.

Hace algunos días, apareció un artículo en un periódico de Bogotá, donde se decía que el doctor Cuero era prácticamente un fraude porque parte de lo que él afirmaba sobre su hoja de vida no era verdad. Un exprofesor de la Universidad Nacional había hecho una exhaustiva investigación en la que había llegado a esa conclusión. El doctor Cuero salió a los medios de comunicación a defenderse, a decir que era mentira lo de que él trabajaba para la NASA, a asegurar que efectivamente sí tenía varios artículos publicados, y que varias de las patentes que él había solicitado estaban en trámite; mejor dicho, que fueron otros los que endiosaron al doctor Cuero, y que no fue él quien agrandó artificialmente sus méritos. 

Me parece que todo esto es un juego de creadores vs envidiosos. El doctor Cuero arrancó de cero y llegó a tener un Ph.D en Estados Unidos, ha investigado, ha creado, ha escrito, ha ayudado a la ciencia, ha aportado. En mi concepto es un creador. Del otro señor –el que hizo la investigación de la hoja de vida de Cuero- no sabemos qué ha hecho, qué ha aportado, qué ha creado, no tenemos datos de su trayectoria científica y profesional, salvo la de que es un exprofesor de la Universidad Nacional.

La periodista María Isabel Rueda salió en defensa del profesor Cuero; comparto los argumentos de esa defensa. Lo que ha hecho este científico colombiano es meritorio, su vida es un ejemplo de superación, es un ciudadano ejemplar. Tal vez sus logros se inflaron, puede ser, pero de lo que se ha comprobado plenamente de su hoja de vida es suficiente para merecer varios aplausos. Lo del exprofesor de la Universidad Nacional, en cambio, es odioso y desagradable. Este señor había investigado al doctor Cuero desde hacía tres años, y tenía engavetada la investigación para sacarla en el momento más oportuno, o sea, cuando el doctor Cuero fue objeto de varios reportajes en diferentes medios de comunicación simultáneamente. El exprofesor sacó su investigación, y un periódico se la publicó.

Esta es la tragedia de los creadores: generar enemigos gratuitamente. Le pasó a Mozart, y le ha pasado a todos los que viven para hacer, y no para criticar a los que hacen. También le ocurrió a Steve Jobs, el creador de Apple, quien fue despedido de la empresa que él mismo había creado por contradecir las decisiones de los gerentes. Él era un creador, no era un gerente; esos mismos gerentes lo volvieron a enganchar a Apple –años más tarde- para convertirla en una de las empresas más importantes del mundo.

A los genios (creadores) se les acusa de soñadores, de vividores, de zánganos, de parásitos, de ilusos, de pendejos, de rufianes, y hasta de imbéciles. Mozart fue víctima de los músicos envidiosos de su tiempo; Steve Jobs fue víctima de los gerentes envidiosos; y el doctor Cuero, creo que también ha sido víctima de exprofesores envidiosos.

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