Una de las críticas que se les hacen a los defensores
de los derechos de los animales es la de olvidarse de los derechos de los seres
humanos. Nada más alejado de la realidad. El hecho de defender a los animales
no implica olvidarse del ser humano; todo lo contrario, entre más respeto,
dignidad y trato justo se le dé al animal, más humano es el hombre.
La discusión de hecho es estúpida, absurda, sin
embargo hay que mencionarla. Los que critican a los animalistas (defensores de
los derechos de los animales), lo hacen ignorando que los animales son seres
sintientes, que son seres que están expuestos al dolor, a los elementos de la
naturaleza, como el hombre.
La idea –equivocada- de que los animales son como las
cosas, está mandada a recoger. Los animales merecen, por lo menos, que se les
trate con respeto, que no se les torture, que se les otorgue cierta dignidad de
acuerdo a su naturaleza de seres vivos.
Hasta ahora, en la evolución de la historia de la
humanidad, los animales solo han servido para mantener al hombre, desde
diferentes puntos de vista: en lo biológico, en lo lúdico, en lo económico, en
lo cultural, en lo social, etc. El animal ha estado al servicio del ser humano,
pero nunca se ha visto al animal como un ser que merece respeto y consideración
por ser eso, un ser vivo. Hasta ahora, se habla de los derechos de los
animales, y ya se están incorporando estos derechos en algunas legislaciones y
ciertas cortes ya están evolucionando hacia allá, hacia otorgarles y
reconocerles derechos a los animales.
El hombre, de hecho, no ha sido capaz de respetar su
propia especie; muchos menos lo va a hacer con una especie que mira u observa
como inferior o como una cosa. El hombre no solo ha irrespetado al propio
hombre, también lo ha hecho con los animales y con el medio ambiente. Empezar a
respetar a los animales no es convertirse en misántropo; al revés, todo lo
contrario, una muestra de amor a la humanidad, a la vida, al Universo, es
respetar, querer, a los animales. Amar a los animales también es filantropía;
los animalistas no son misántropos (seres que odian a la humanidad).
Como lo afirma el Papa Francisco en su encíclica Laudato si, los seres humanos estamos
viviendo de manera equivocada, y esa forma equivocada de relacionarnos con
nosotros mismos y con el entorno está poniendo en peligro no solo la
supervivencia del hombre sino también la de todo el planeta. El animalismo, la
filantropía y la ecología, son muestras de interés por un futuro mejor
para nuestra especie; estos tres
conceptos son inseparables, ya que quien defiende a la humanidad, también debe
hacerlo con los animales y con el medio ambiente.
No hay mayor filántropo que un animalista, que un
ecologista; porque al defender al planeta, a los animales, a los mares, a las
montañas, a los bosques, también nos estamos defendiendo los seres humanos a
nosotros mismos. El antropocentrismo como concepto equivocado de indiferencia
hacia los derechos de los animales y del medio ambiente está fuera de contexto,
es inexacto. Uno puede ser antropocentrista y a la vez velar por los derechos
de los demás seres vivientes que habitan el planeta Tierra. Pensar que la
existencia está diseñada única y exclusivamente para el ser humano es miope,
egocéntrico, y a la vez es una muestra de ignorancia supina.
Aquí, en la Tierra, no solo vivimos los seres humanos,
también la habitan los animales, las plantas, los árboles y hasta las rocas y
las nubes. Todos vivimos simbióticamente en este ecosistema. No nos podemos
abrogar la facultad y el derecho de hacer lo que se nos dé la gana con este
entorno, que lo utilizamos a veces de manera irresponsable, egoísta y estúpida.
Preocuparnos por los derechos de los animales no nos
hace olvidar que los derechos humanos se quebrantan todos los días, que
ochocientos millones de personas en el mundo sufren de hambre, que la
injusticia y la corrupción tienen sumidos en la miseria absoluta a un
porcentaje importante de la humanidad; nada, nada nos hace olvidar esto, sin
embargo, también es cierto que en este planeta no solo se violan los derechos
humanos, sino también los derechos de los animales, del medio ambiente, de todo
el mundo; en esta existencia hay un valor que se les ha olvidado inculcar y
transmitir a las pasadas generaciones, y que debemos hacerlo con las nuevas: el del “respeto”. Ser antropocéntrico no
excluye ser animalista o ambientalista.
Lo de "sintiente" me parece que no lo has consultado en la RAE, compañero.
ResponderEliminarY lo de "no solo vivimos seres humanos, también árboles y plantas"(árboles y plantas vienen a ser lo mismo), y también "las rocas y las nubes" que se supone que habitan, pero no son seres vivos.
jaja salu2
www.clownsong.com
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EliminarMarcos Agudo: Quien define a los animales como seres sintientes es la ley colombiana (Ley contra el maltrato animal), no el diccionario. En cuanto a que plantas y árboles son lo mismo, ¿entonces para usted una planta de merigol es un árbol? No son lo mismo evidentemente. Hay plantas que no son árboles. Feliz día.
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ResponderEliminar«El animalismo es la enfermedad infantil del ecologismo
ResponderEliminarMassimo Fini, “Il Ribelle”
«En definitiva, lo que nuestros animalistas en realidad quieren decir es que el ser humano debe ser considerado una especie animal entre las demás pero no puede ser depredador, no se le permite integrarse en el ciclo presa-depredador de la naturaleza por razones morales, y precisamente la moral del ideal herbívoro-vegetariano.
Por tanto ya de entrada no se trata del ideal natural de vida, sino de poner al hombre –de todos modos- por encima de la naturaleza pero como regulador según una moral igualitaria y humanista. Lo que –dicho sea francamente- en definitiva degrada la naturaleza y la reduce a una idea cursi y enfermiza de mujeres con carencias afectivas y afeminados espirituales. Los de los perros y gatos acicalados para concursos de belleza, para entendernos.
El hombre inevitablemente perturba y transforma la vida natural. La única manera de no hacerlo es no existiendo como seres humanos. Por tanto no es difícil adivinar que de manera subterránea existe, bajo la ideología de que nos ocupamos y en realidad de toda la tendencia igualitaria, de un complejo de culpabilidad por ser humanos y haber salido de la animalidad.
Esta es la contradicción profunda del animalismo. Se pretende que el hombre es una especie animal como las demás y no tiene derecho a dominar la creación, pero al mismo tiempo se le quiere imponer una moral extraña a la naturaleza, a la misma lógica de la vida y de las especies.
Por o tanto, el animalismo irrespeta tanto al hombre como a los animales al querer equipararlos y sobretodo que parte de la apropiación del sentir del animal desde la perspectiva humana embarrada de politiquería.