Hay
una diferencia importante y no poco sutil entre democracia y demagogia. La
primera es el gobierno del pueblo, se la inventaron los atenienses en la
Antigua Grecia y fue aplicada en la época de Pericles con relativo éxito. Hoy
en día la democracia es el sistema político que impera en la mayoría de países
de Occidente y en muchos de Oriente. La segunda, la demagogia, es la
deformación de la democracia, es la democracia degradada –podríamos decir- ¿en
qué está degradada? En sus fines. En la democracia se gobierna para el interés
general, en la demagogia se gobierna para el interés particular de alguien pero
con un revestimiento democrático.
Por
lo tanto, no es cierto que la demagogia sea pensar en el bienestar de todos a
costa de una minoría. No, entendamos, la demagogia es la democracia de papel,
la democracia aparente. Todo con el fin de beneficiar a una persona, a un grupo
o a un partido. Cuando se piensa en el interés general no se está haciendo demagogia,
se está practicando la democracia.
Hay
un término que se ha utilizado últimamente para referirse a la demagogia –sobre
todo en América Latina- y es: Populismo. Como la gente no entiende muy bien el
término demagogia se ha utilizado en los medios de comunicación, sobre todo por
los analistas políticos esta palabra, la de populismo. “Los gobiernos
populistas”, “los líderes populistas”, “los gobernantes populistas”, son frases
que aparecen con facilidad en los medios de comunicación hoy por hoy.
Sin
embargo, este término se utiliza mal, y con cierta mala fe, creo yo. Cuando se
toman medidas gubernamentales para beneficiar a una mayoría se dice que son
medidas populistas o demagógicas. Cuando se toman medidas para beneficiar a un
grupo económico en particular o a algún riquillo de por ahí se dice que son
medidas técnicas, sensatas, modernas, realistas. El populismo no es sensato
obviamente, ni moderno, ni técnico. Y por lo tanto, cuando se genera utilidad
para una sola persona, pues no hay democracia, tampoco populismo, pero sí mucha
plutocracia.
Se
nos ha pervertido la forma de pensar. Cuando la gente clama por comida,
vivienda, empleo, educación, salud, y aparece un gobernante que propone medidas
para hacerlo, lo tachan de populista. Cuando aparece un líder que afirma que es
necesario darles más dinero a los ricos, y que toca beneficiar a una minoría
privilegiada, aparecen esos mismos analistas aplaudiendo estas medidas calificándolas
de sensatas, modernas, y de alta técnica.
Ojo;
hay líderes que proclaman medidas de “interés general” para beneficiar en
apariencia a mucha gente, pero que en realidad solo están beneficiando a un
grupo en particular, o a una persona en concreto, eso sí es demagogia, eso sí
es populismo. La perversión de lo que vivimos hoy en día es convertir todo lo
democrático en demagógico, de tajo. Mejor dicho, todo lo democrático es
demagógico. Eso lo hacen los que justifican las medidas plutocráticas,
dictatoriales, fascistas, autoritarias. ¿Si se dan cuenta de la trampa, de la
astucia?
Por
lo tanto, el pueblo llano común y corriente debe quedarse callado cuando se
enriquece de manera descarada y sin aparentar a algún riquillo, a algún grupo
económico, porque eso sí está bien. A contrario sensu, toda medida que
beneficie al interés general es tachada de plano como demagógica, como
populista, y la gente, que es lo peor todo, aplaude el asunto porque así se ha
pervertido la mentalidad de las personas. Lo bueno lo han convertido en malo y
lo malo lo han convertido en bueno.
El
último episodio tachado de “populista” por los “analistas serios” es el “Brexit”
o salida del Reino Unido de la Unión Europea. La gente decidió –para beneficiar
el interés general- salirse de allí. ¿Es demagógico el Brexit? ¿Es democrático?
El tiempo lo dirá; lo cierto del caso es que los británicos votaron para salirse
de la Unión Europea por mayoría, y no por eso nada más podemos tachar esta
situación de populismo.
Para
los “analistas serios” toda decisión de la mayoría es populismo. Mejor dicho,
la democracia es demagógica per se para ellos. No importa si se beneficia el
interés general o el interés particular, el hecho es que si la decisión es
mayoritaria es demagógica, si la decisión es minoritaria –no importa si afecta
al interés general o no- es técnica, sensata, moderna. El problema es que la
democracia está afectada por la mala imagen, por la desgana de los poderosos.
Se han valido de la libertad y de la democracia para acumular riqueza y poder,
y ahora cuando ya tienen mucho dinero y poder
no les gusta la democracia porque pone en riesgo esa tendencia a la
acumulación creciente de dinero y de poder. Lo mejor es destruir la democracia-
para ellos, y la mejor forma es deformándola, atacándola, dándole mala imagen.
Toda decisión democrática es traducida instantáneamente en populismo, en
demagogia.
Un
ejemplo de esto, en Colombia, son las corridas de toros. La mayoría está en
contra de espectáculo, pero la Corte Constitucional dice que sí son legales.
Los taurinos dicen que por populismo no puede declararse ilegal este
espectáculo, o sea si por referendo se prohíbe. El problema es que así no sea
popular el ánimo de declarar ilegal esta práctica, lo cierto es que es un
espectáculo inmoral. En este sentido, una decisión de la mayoría de declarar
ilegal el espectáculo taurino es, a la vez, una decisión legitimada por la
moral. Pero como es la mayoría la que es anti-taurina entonces ya es tachada
esta posición como demagógica, como populista, ¿si ven la mala fe? ¿Si ven la
perversidad? ¿Si ven cómo todo lo democrático es tachado de populista de
inmediato? ¿Si ven cómo se ha manipulado la opinión pública?
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