El Consejo de Seguridad de
la ONU, mediante resolución 2249 de 20 de noviembre de 2015, autorizó todas las
medidas necesarias para contrarrestar al denominado “Estado islámico” o ISIS
(Islamic State of Iraq and Siria). La Resolución se emite después de los terribles
atentados que golpearon a la capital francesa el pasado viernes 13 de
noviembre, y que cobraron la vida de alrededor de ciento cuarenta personas –según
las más recientes cifras de las autoridades galas-.
“La humanidad entera está
en guerra contra esta organización terrorista (Daesh)”, señalaba el embajador
francés ante la ONU; y así es, tal como sucedió en 1939 contra el partido Nazi,
liderado por Adolph Hitler, las potencias occidentales y orientales –China y
Rusia- se han unido en una coalición para detener a ISIS.
¿Qué puede ocurrir de ahora
en adelante? ¿Nuevos atentados? ¿Una confrontación bélica donde seguirán los
bombardeos aéreos, y donde se desplegarán tropas en tierra? Esto puede pasar,
será como prender un tanque de gasolina con un fósforo, las consecuencias son
impredecibles.
Sin embargo, y aunque se
den estas refriegas armadas, la verdadera guerra se desplegará en el alma
humana, en la mente del hombre. El terrorismo genera un miedo irresistible que
provoca –a veces- la toma de decisiones desesperadas y absurdas, en ciertos
casos. La gente clama por una seguridad, por una inexistente seguridad, porque
el Universo en su esencia es inseguro, nada puede hacer el hombre por
establecer esa pretendida seguridad. La pérdida de libertades, la cesión de los
derechos individuales a una legislación ultra-policial, el inmovilismo de
tránsito, facultades extraordinarias al poder ejecutivo, vigilancia extrema
electrónica, juicios sumarios contra sospechosos de terrorismo; mejor dicho,
limitación a la libertad o pérdida de la libertad para detener el terrorismo.
Estados Unidos ya vivió la implementación de estas medidas después de los
ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001; la denominada Patriot Act I y
II, colocó al país del Norte en estado de emergencia, y donde se alinderaron
con estoicismo ciertos privilegios que gozaban los ciudadanos estadounidenses.
El miedo, el miedo llevó a que se pudieran implementar estas medidas.
Edward Snowden, el
excontratista de la CIA y de la NSA, denunció públicamente cómo el gobierno de
Estados Unidos espía a todo el mundo sin tener la autorización legal, mejor
dicho, que lo hacen ilegítimamente. ¿Para detener el terrorismo? ¿Para evitar
futuros ataques? ¿Para qué espía Estados Unidos a todos los seres humanos de
este planeta? Snowden afirmó que no era para detener futuros ataques
terroristas sino para dominar a la gente, para controlarla, ¿y para qué dominar
a la gente? ¿Para qué controlarla?
La Tercera Guerra Mundial
no será propiamente una guerra bélica abierta, aunque probablemente habrán
combates, bombardeos, tiroteos y destrucción, e incluso, los terroristas
intentarán producir nuevos hechos de sangre para impresionar a sus víctimas: las potencias occidentales, y a
Rusia, y a China. La Guerra Mundial se producirá en la mente de los hombres, en
la que el miedo quiere arrebatar lo poco de la libertad humana, para generar
esclavos que dócilmente acepten, y que estén dispuestos a ceder sus derechos y
sus privilegios como humanos para proteger un status quo global donde algunos
pocos son los dueños del 95 % de las riquezas del planeta Tierra y donde el
resto de la humanidad debe repartirse ese 5 % a partir de rapiña, de violencia,
o simplemente morirse de hambre, de enfermedades, de sed, de pandemias, o de
ataques terroristas o bélicos.
El dilema de la humanidad
será este: ceder ante el miedo o tener valor. No se equivoquen los
envalentonados, nos quieren amedrentar de manera eficaz, de manera aterradora,
nos quieren desesperar, nos quieren débiles, dóciles, quieren que cedamos lo
poco que nos queda de libertad a un súper-estado policial global, para defender
los privilegios, los lujos y las excentricidades de unos pocos. La Tercera
Guerra Mundial será un intento desesperado para acabar con la libertad humana,
para detener el desarrollo personal, para suprimir los valores espirituales,
sin embargo, yo les digo desde ya a los conspiradores: no triunfarán. El
espíritu humano es ilimitado, es basto, es potente, se requiere más que miedo y
más miedo para suprimirlo, para limitarlo, y nadie, absolutamente nadie en este
planeta tiene los medios para hacerlo, y ni siquiera para tratar de hacerlo, es
muy ingenuo, pero se abona que hagan el intento, en ese intento seguirán
matando gente inocente, gente común y corriente, pero no podrán amedrentar
contundentemente a los demás, a los que queden vivos; será una apariencia, será
una derrota, solo acelerará un proceso de evolución, un salto humano que ya se
está dando, y que tiene como aliados a las fuerzas del bien, a las fuerzas de
la luz, porque la oscuridad no pasará, como ya prometieron unos profetas hace
más de dos mil años. La humanidad entrará en un cambio profundo a raíz de esta
guerra y no será propiamente hacia una civilización de esclavitud –como quieren
algunos- sino de verdadera libertad.
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