A pesar de todos los pesares,
de las dificultades, de las contrariedades, la existencia se nos presenta como
un lugar lleno de sorpresas, de aventuras, de magia. No conocemos muy bien cómo
funciona el Universo, pero eso precisamente es lo que produce esa sensación de
encanto, de embrujo hacia todo lo que nos rodea. Estamos inmersos en una
dimensión que poco o nada sabemos sobre ella a pesar de todos los esfuerzos que
hace la ciencia para desenmascararlos.
Hace poco veía la película
basada en la vida de Stephen Hawking La
teoría sobre todo, y hay algo allí que me pareció maravilloso o que me
llamó la atención; Hawking desde joven busca hallar una ecuación que explique
el funcionamiento de todo el Universo, en su integridad. Me parece muy
pretencioso pero a la vez muy llamativo; que alguien quiera explicar toda la
existencia a través de unos cuantos números y letras es bastante ingenuo, y eso
que Hawking está considerado como uno de los genios de nuestro tiempo.
Para mostrar un poco de esa
magia de la vida voy a contar un hecho que me pareció curioso y que tiene que
ver conmigo. Hace algunos días leí en la prensa que en Bogotá se había abierto
una nueva librería; y sí, lo curioso no es que alguien haya abierto una
librería cuando en realidad está ocurriendo el fenómeno contrario: se están
cerrando las librerías, producto del mercado del libro electrónico en internet.
No, eso no fue lo que me pareció curioso –aunque sí, en parte-, lo que me
atrajo la atención de la noticia fue el lugar donde se abrió la librería: en
una casa que yo ocupé por un tiempo.
La casa –donde se abrió la
librería- está ubicada cerca del centro financiero de Bogotá –la calle 72,
arriba de la carrera 11-, al lado del Teatro Nacional. Una amiga de mi mamá nos
prestó esa vivienda para que nosotros estuviéramos allí por un tiempo; sin
embargo, la casa es gigantesca y era innecesario que solo dos personas la
ocupáramos. Allí vivimos más o menos un año. La amiga de mi mamá vendió la
casa, y oh sorpresa, resulta que allí se terminó erigiendo una librería.
Es curioso porque yo soy
escritor y aficionado a los libros; fuera de eso, la nueva propietaria de la
casa –contaba ella en la crónica periodística- buscó en internet el significado
del número de la casa 10-47, y encontró un hecho sorprendente: que en 1047 se
canonizó a la santa Wilborada, y que ella es la patrona de los libreros.
La librería terminó llamándose
Wilborada. Interesante coincidencia. Aunque algunos dirán que no es una
coincidencia sino un resultado de la ley de causalidad. En esa casa viví yo, un
escritor y aficionado a los libros, y después allí mismo se abre una librería
cuya casa lleva el número 10-47 que coincide con la fecha en la que se canonizó
a la patrona de los libreros santa Wilborada.
Ya había hablado en otro post
de la coincidencia con mi nombre de nacimiento: Francisco, y la historia de por
qué me bautizaron así. Estamos inmersos en coincidencias, hechos curiosos, extraños,
o mensajes burlones de la existencia. Yo lo veo más así, como una gran broma
que nos juega el Universo para decirnos que nos tomemos menos en serio todo
este asunto y que vivamos más relajados, más felices.
Uno cree que la vida es pasiva,
inerte, que todo es rígido, pero no, la verdad es que todo se está moviendo,
todo está ligado o unido por hilos invisibles que no podemos ver pero que
existen. Los seres humanos preferimos pensar que todo está muerto menos
nosotros mismos; que el hombre es el único ser racional y pensante sobre la faz
del todo, pero no, resulta que el ser viviente es el Ser, el Todo, y que ese
Todo es vida. Este tipo de coincidencias –como la que cuento de la librería-
nos dan pistas sobre esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario