La relación del hombre con
los objetos a veces es mortificante, gravosa, empalagosa, o enfermiza. Esos
objetos devienen de materiales que la naturaleza simplemente puso ahí, algunos
dirán que fue Dios, o acaso la Inteligencia Universal, o el azar, o lo que sea,
el hecho es que están ahí.
Con esos materiales
(vegetales, minerales, o incluso animales) el hombre ha construido artefactos
para hacer la vida más fácil. Desde el hacha, pasando por la lanza, y el
cuchillo, hasta la imprenta, la motocicleta, y el Ipod. La tecnología consiste
en esa transformación de los objetos de la naturaleza para hacer la vida más
vivible, más placentera, más feliz.
Sin embargo, para algunos,
la tecnología no es eso, no es felicidad, no es placer, no es bienestar, es un
martirio. ¿Por qué? Porque no saben utilizar la tecnología, puede der, o porque
prefieren métodos más arcaicos, o porque su relación con los objetos es
generalmente contradictoria: una guerra.
Creo que la tecnología no
es buena o mala per se, creo que la
tecnología sí sirve para facilitar la vida, y creo que jamás podrá suplantar al
hombre. ¿Alguien en su sano juicio está en contra de inventos como la rueda, o
la imprenta, o el computador portátil? Me imagino que no, pero no faltan los radicales
anti-tecnológicos.
La tecnología también se ha
desarrollado, desde hace milenios, para darle libertad al hombre, no para
esclavizarlo. La tecnología debe ser una herramienta nada más, una herramienta
que le permita al ser humano desarrollar sus facultades personales, pero no
debe ser lo contrario: un instrumento de adormecimiento y enajenación.
Depende del uso que se le
dé. Yo puedo agarrar un martillo y pegar una puntilla para colgar un cuadro,
pero también puedo tomar ese martillo y darle en la cabeza a alguien (no estoy
dando ideas). La primera utilización del objeto es positiva, la segunda es
negativa. Y así es todo con la tecnología, que en esencia es neutra.
Hace un rato vi por la televisión
a una persona que no utiliza teléfono celular, ni escucha música digital. Lo
felicito, el señor vive incomunicado, como antes; y escucha casetes como antes.
Sin embargo, creo que el teléfono celular le facilita la vida a personas que
necesitan comunicarse con mucha gente, en muchos lugares. Para aquellas
personas que hacen negocios, o que son ejecutivos, o que venden cosas, o que
son médicos, o que simplemente no pueden estar pegados a un teléfono fijo. Para
esas personas el teléfono celular es una bendición. La vida es más fácil para
esas personas, al utilizar un móvil.
En mi caso, no escucho música
en acetato ni en casetes, y creo que la música digital es una bendición. En un
aparato de de cinco por dos centímetros, puedo guardar hasta mil o dos mil
canciones (un mp3); pero hay aparatos más sofisticados que pueden guardar hasta
cuarenta mil o cincuenta mil canciones. Y el sonido es mucho mejor, no nos
digamos mentiras. Hay nostálgicos del acetato, del casete, pero creo que no
están en sus cabales.
La tecnología ha facilitado
la vida, estoy seguro de eso, pero también nos ha hecho dependientes de ella:
ya no podemos salir sin teléfono celular, o no podemos vivir sin ver el
Facebook todos los días, o el Twitter, o la página de los medios periodísticos
digitales; o no podemos escribir sin computador. La máquina que se utilizaba
antes para elaborar documentos es un verdadero adefesio si se le compara con
los modernos procesadores de palabras; antes, escribir en máquina era un
infierno; no creo que haya nostálgicos de la máquina de escribir, porque si los
hay, qué pena, están muy mal.
La tecnología debe estar al
servicio de la gente, y no la gente al servicio de la tecnología, ahí está el
quid del asunto. Todo es un problema de actitud, de aprendizaje, de estado de
ánimo. Hay tecnología perniciosa, es cierto, como las armas, o los instrumentos
para infligir torturas. Pero también hay tecnología constructiva, como la que
se utiliza en el ámbito médico, o en las comunicaciones. En los próximos
siglos, y años, veremos cada día más avances tecnológicos. Todo será un problema
de actitud hacia ellos, y de utilización. No podemos ser enemigos consagrados
de la tecnología porque eso es fanatismo; y lo contrario, no nos podemos hacer
los de la vista gorda ante la utilización enajenante de ciertas tecnologías. Es
un problema político, filosófico, ético, y hasta religioso.
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