Eso me dijo algún
comentarista anónimo en uno de mis blogs. “Usted no es nadie”, tal vez se
refería a que no ocupo algún puesto importante en el Estado, como presidente de
la República, o ministro de Estado, o superintendente, o congresista. O tal vez
a que no soy famoso, que no salgo desnudo en la revista Soho (revista
colombiana para hombres), que mi novia no es modelo o reina de belleza (de
hecho ni siquiera tengo novia), o que mi nombre no es pronunciado en los
programas de chismes del fin de semana.
“Usted no es nadie”,
qué frase tan mal construida, debería decir: “Usted no es nada”, porque nadie
está referido a la cantidad de personas que hay en un lugar. Por ejemplo, yo
podría decir: “En ese restaurante no hay nadie”. Quiere decir que no hay personas.
Por lo tanto, si el comentarista anónimo quiso decir que yo no soy importante,
o famoso, debió decir: “Usted no es nada”.
En nuestra sociedad
ser famoso es sinónimo de éxito. El negocio del show lleva a que mucha gente
busque destacarse como sea. Por eso las modelos aparecen semidesnudas o desnudas
en esas revistas para hombres; los cantantes buscan el ritmo de moda, en este
caso, el reggaetón. Ser famoso, ser famoso, eso es lo importante. Los políticos
también buscan la fama, destacarse, tener poder, sobresalir en la sociedad,
controlar a los otros, mandar, llevarse los aplausos de la concurrencia.
Sin embargo, también
pienso que el comentarista anónimo dijo que yo no soy nadie (sic) porque no soy
millonario. Porque no soy dueño de algún banco, o porque no soy narcotraficante
o lavador de dinero. En nuestra sociedad las personas son alguien si tienen
dinero. Si no tienes poder o dinero no eres nadie (sic). Para ganarnos el
respeto de la sociedad tenemos que ostentar alguna de esas dos cosas: poder o
dinero.
Por lo tanto, creo
que el comentarista anónimo quiso decir que para la sociedad no soy nadie
(sic). Y creo que está en lo cierto. No ostento poder alguno, ni soy famoso, y
tampoco soy millonario. ¿Eso me importa? La verdad es que no, porque desde hace
mucho tiempo lo único que me interesa es ser feliz. Y la felicidad no depende
de lo que diga la sociedad.
Muchas personas
piensan que la felicidad depende de lo que digan los demás. Es lo que Erich
Fromm denominaba como un estado orgiástico. La aprobación de los demás nos
genera placer. “¡Cómo eres de bonito!”, “¡Cómo eres de inteligente!”, “¡Cuánta
plata tienes!”, “¡Qué bonito carro tienes!”. Muchos dependen de estas opiniones
para ser feliz, y trabajan para esto. Sin embargo, muchas veces a la sociedad
no se le da la gana estimarte, adularte, o aprobarte, aun si tienes dinero,
fama, o poder. Ahí viene la frustración. ¿Por qué no me quieren si soy
millonario?, ¿por qué no me quieren si soy poderoso?, ¿por qué no me quieren si
soy famoso? Porque los demás piensan y hacen lo que se les da la gana. Y ahí
viene el sufrimiento.
La gente que tiene
dinero trabaja para obtener más dinero, las personas famosas trabajan para
obtener más fama, las personas poderosas trabajan para obtener más poder. Nunca
es suficiente. Obtener el aprecio, el cariño, la aprobación de los demás es lo importante,
para algunos es lo único. El éxito está unido a esa aprobación. Sin embargo, y
lo repito, la opinión de los otros es caprichosa, porque en el ser humano
germina la semilla de la envidia. De la misma forma, si alguien tiene mucho
dinero, no falta el que diga que la obtuvo por medios ilegales o inmorales. Si
la persona es famosa, no falta el que diga que lo entrevistaron porque se
acostó con el periodista o con el director de la publicación. Si la persona tiene
poder, no falta el que diga que llegó allí, a esa posición, ayudado por
amistades non sanctas.
Desde hace rato yo me
di cuenta de todo esto. Y por eso, no me importa la opinión ajena. Y deliberadamente
soy nadie (sic), o nada sería mejor decir. Me conformo con saber que la dicha y
la alegría vienen y vendrán siempre de mi interior. Que no necesito del
aplauso, ni de la adulación, ni del cumplido hipócrita, y que por lo tanto sé
que esa felicidad únicamente depende de mí.
De hecho, para ser
feliz hay que ser “nada” o “nadie”. En la filosofía Zen -la cual practico desde
hace años-, el ego es el obstáculo para la felicidad. ¿Y qué es el ego? Nuestra
falsa imagen, nuestra imagen social, la imagen que construimos para los demás,
para la sociedad, para el entorno. En el Zen sólo podemos ser felices si
dejamos a un lado el ego. Los practicantes del Zen deliberadamente buscan ser “nada”,
porque eso es lo que somos “nada”. Somos el todo y la nada a la vez, es una
paradoja, pero ésa es la verdad.
Así que no me molesta
que me digan: “Usted no es nadie”, porque precisamente ése es mi objetivo, ser
nadie o nada para ser feliz.
Si eso fuera así, ni se preocuparía por alimentar su ego con la poco desapercibida biografía que pretende mostrar valiéndose de la fama de otros, por ejemplo diciendo que es ex-alumno del mítico monseñor no se qué ¿acaso eso lo hace más que otros?, pura auto-adulación.
ResponderEliminarjeje, pues sí,no lo había pensado. Pues es tan desapercibida que usted la leyó. Y sí se trata de monsieur Jeangros. Un mítico rector, no solo yo fui alumno de él. Todos los del Refous no sentimos orgullosos de eso. Tal vez algunos se sientan orgullosos con diplomas, o cartones, nosotros nos sentimos orgullosos de haber sido alumnos de él. Sí, es pura autoadulación, con algo hay que rellenar la hoja de vida.
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