Un amigo me salió con esto
la semana pasada. Me dijo, en mi cara, que yo estaba perdiendo el tiempo porque
me dedicaba a la literatura. Caramba, ¡qué sinceridad la de mi amigo! ¡Qué
franqueza! ¡Qué equivocado está!
He repetido como loro, mil
veces, por diferentes medios, y en multitud de escritos, que estudié derecho,
que soy abogado, y que tengo el diploma, incluso lo he ejercido, y hasta lo
enseño. Pero, un día me dio por escribir cuentos y novelas, ¿qué tiene eso de
malo? Tiene de malo que eso no encaja en algunas mentes cuadriculadas,
torturadas por la cultura de la lagartería.
Le doy gracias a Dios por
ser abogado, por haber estudiado derecho; amo la jurisprudencia, amo el derecho;
conozco abogados buenos, regulares, y malos, hay de todo. En la profesión, como
en todo, hay para escoger: honestos, diligentes, mediocres, corruptos, y
rateros. No voy a generalizar. Sin embargo, mi relación con el derecho es
personal, el que quiera trabajar en un banco, o en una notaría, o en un bufete,
que lo haga, lo felicito; en el caso mío, la literatura y la fantasía me han
seducido desde pequeño, y siempre he tenido miedo de caer en esa tentación; o
tuve miedo (mejor utilizar el tiempo pasado).
El derecho me ha servido
para vivir, y se lo agradezco, me ha servido para conocer gente, y se lo
agradezco; me ha servido para tener experiencias, y se lo agradezco. Sin
embargo, la literatura como una mujer seductora entró a mi vida, y ya no la
puedo sacar. Hacerlo implicaría morir en vida; y creo que muchos de mis colegas
(sin hablar mal de ninguno) lo están, están muertos en vida debido a que
sacrificaron sus sueños por una cuenta bancaria. No todos, porque muchos, casi
todos ejercen el derecho con devoción, como si fuera un sacramento, pero otros
están allí por el temor a la pobreza.
“Yo viajo, tengo una casa,
hablo con ejecutivos, no quiero su vida” me dijo este amigo. Y yo no quiero la
vida de él. Qué pena. ¿Por qué? Porque no puedo auto-engañarme,
auto-boicotearme. Si no hubiera estudiado derecho no hubiera podido ser
escritor. Es curioso pero el derecho me dio las experiencias, y la iniciativa
para entrar con seriedad al mundo de la fantasía, porque yo vivo en ese mundo,
en el de la fantasía. El derecho me dio toda la dosis de realidad que
necesitaba, para saber que lo mío es la fantasía. ¿Es un escape? Claro que sí,
si no nos escapáramos diariamente nos volveríamos locos; por eso la gente va a
cine, ve telenovelas, ve realitys, va a fútbol, lee novelas; porque necesita la
fantasía.
Soy una inteligencia
desaprovechada para ciertas cosas, es cierto, como para: lagartear, defender
corruptos, hacer procedimientos poco éticos, repetir como loro una serie de
informaciones que ya están impresas en libros y en otros documentos. Para todo
eso soy una inteligencia desaprovechada, es cierto.
Gracias a Dios, al
Universo, a la Naturaleza, ellos me salvaron y me pusieron en frente de mí algo
hermoso: los problemas. Los problemas me volvieron reflexivo, introvertido,
meditativo, y lo más grandioso de todo, me volvieron: fantasioso.
Fantaseo todo el tiempo, con
Jedis, con magos, con extraterrestres, con sociedades secretas, con personajes
imaginarios, etc, etc. ¿Estoy loco? No creo, o eso pienso. Creo que no estoy
loco porque no le hago mal a nadie deliberadamente; los locos sí lo hacen, y
conozco muchos locos que se la pasan causándole el mal a los demás. Yo no, yo
también fantaseo con un mundo fraterno, filantrópico, cooperativo, y eso también
es mi más preciado sueño.
Soy una inteligencia desperdiciada
para el Mal, es cierto, ya no me dejé atrapar, ahora estoy en el bando de los
buenos, de los que se arriesgan a hacer lo que les gusta. Hay abogados que
están en su cuento, y los felicito; que tienen una vocación jurídica, y lo hacen
muy bien, los felicito; pero hay otros que están ahí por físico culillo, por
miedo; y no solo los abogados, conozco miles de personas que no están haciendo
lo que deberían estar haciendo, y eso es: ser felices. Creen que son felices
pero no lo son. Si mi amigo fuera feliz de verdad no me hubiera insultado de la
forma como lo hizo, porque la gente feliz sabe de lo que hablo, y una persona
realmente feliz no insulta, es cómplice de la alegría, comprende, entiende el
misterio de la vida. Es una logia, la de las personas felices, hablan un
lenguaje que solo lo entienden las personas felices, los otros solo hablan como
habla la sociedad, con lugares comunes, con tonterías que oyen en todos lados,
repiten como loros las pendejadas que hablan los demás infelices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario