No, no soy yo, a
pesar de que algunos allegados piensan eso sobre mí. Y pueda que tengan razón:
soy un inútil, pero pechocho. El título de este artículo hace referencia a una
novela del escritor Jorge Edwards. No he leído el libro, pero sé por qué la
escribió. Este autor alude a un pariente suyo que se dedicó a la
literatura, sin embargo, su ejercicio fue tortuoso ya que no podía vivir –en
términos económicos- de esta ocupación.
No es el primer
escritor, o el primer artista, que trata de subsistir del arte. Van Gogh, el
pintor, no vendió ni un cuadro en toda su vida, un hermano tenía que
mantenerlo. Al final se suicidó. Hace algunos años –paradójicamente- una de sus
pinturas fue subastada en cien millones de dólares.
Edgar Allan Poe,
trató de vivir con la literatura, de manera infructuosa. Ejerció como
periodista en algunos periódicos, pero eso no le daba para estar decentemente.
Decidió, entonces, vender su sangre; al final de su existencia fue encontrado
en una calle medio muerto. La leyenda negra de este autor dice que Poe estaba
alicorado, sin embargo, al parecer no sufría de borrachera sino de anemia.
Murió en la miseria. Con el paso del tiempo Poe se convirtió en uno de los
escritores más emblemáticos de la literatura norteamericana.
Mozart fue otro que
tuvo problemas económicos. El gran genio de la música clásica dedicaba gran
parte de su tiempo a componer sinfonías, conciertos, y óperas. Mozart no era un
lagarto, no sabía moverse en el mundo de la política, de las intrigas, de los
chismes, de la hipocresía; era un artista de tiempo completo. Esa falta de
astucia lo llevó a olvidarse del buen mantenimiento de las finanzas personales.
En aquella época los músicos debían trabajar para un noble, o si no se morían
de hambre simplemente. Esto último le ocurrió a Mozart; debido a que en Viena
–donde él residía- el movimiento musical de moda era el italiano, por lo tanto
los músicos de esa nacionalidad eran los preferidos de la aristocracia local.
Mozart no era italiano, y no era político, una mala combinación que lo llevó a
no encontrar oportunidades laborales decentes. Si él hubiera habitado en Praga
o en Londres su condición económica hubiera sido diferente, pero él prefirió
quedarse en Viena por motivos familiares. “La flauta mágica” una de sus óperas
más importantes fue un éxito; lo dramático de esto fue que cuando se exhibía en
un teatro de la ciudad austríaca con lleno total todos los días, en esos mismos
momentos el músico se moría en una cama a causa de la enfermedad que le
ocasionaron las deudas no pagas.
John Kennedy Toole,
el escritor de “La conjura de los necios”, se suicidó porque ninguna editorial
quiso publicar su libro. Años después su madre logró que un eminente profesor
de literatura leyera esta obra, y que se publicara. El resultado fue éste: “La
conjura de los necios” ganó el premio Pulitzer.
Mario Puzo, el autor
de “El padrino”, también tuvo problemas con el dinero. Antes de ser un escritor
de fama mundial, Puzo tenía que pasársela pidiendo dinero prestado a sus
familiares y a sus amigos. Él parecía ser todo un inútil. Cansado de esta
situación, el novelista se puso a la tarea de investigar todo lo que pudo sobre
la mafia italiana en Estados Unidos. Con esta información escribió “El
padrino”, y muy rápido la obra se convirtió en best-seller. Luego, el libro fue
llevado al cine, y traducido a varios idiomas. Puzzo dejó de ser “el inútil de
la familia”. Ésta por lo menos es una historia feliz.
Hay miles de
anécdotas sobre artistas que han fracasado en el mundo de las finanzas
personales, y que han pasado a la eternidad como grandes creadores. Yo sólo
digo que las apariencias engañan, ya que también hay otros que se han vuelto
millonarios.
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