Los hipócritas


Por hipócrita debemos entender a aquella persona que se comporta de manera ambivalente en sus relaciones con los demás. Mejor dicho, el hipócrita presenta diferentes actitudes –muchas veces radicalmente opuestas- en su trato con el prójimo. En público alaba a una persona, y en privado lo destruye, o al revés, puede ocurrir. El hipócrita engaña a la gente pero también se engaña a sí mismo, que es lo más cruel del asunto. Los hipócritas utilizan un doble rasero para medir –desde un punto de vista moral- las acciones de los otros, y sus propias acciones. No saben lo que está bien y lo que está mal.

Generalmente el hipócrita es un ignorante, no sabe lo que es la moral, ni las buenas costumbres, ni la diferencia de estas dos con la ética. El hipócrita necesita mostrar un rostro social para generar respetabilidad. Como es un ignorante, el hipócrita necesita de la aprobación de los otros, y para obtener esa aprobación se alindera generalmente en moralismos muchas veces asociados con la falsa religiosidad.

El hipócrita trata de asociarse –aunque no siempre es el caso- con movimientos ultra-fanatizados, que se rasgan las vestiduras en las iglesias, templos o lugares sagrados. Le gusta que lo vean en esos lugares para generar respetabilidad, y generalmente, como se cree el cuento de la respetabilidad, empieza a juzgar a los demás de acuerdo con lo que él cree que es moral.

Todas esas personas que “condenan”, que se escandalizan: con los movimientos de homosexuales, con las mujeres que defienden la despenalización del aborto, con la gente que defiende la muerte digna (eutanasia), con los movimientos progresistas para que los pobres dejen de ser tan pobres, con las políticas para que los niños abandonados puedan ser adoptados incluso por homosexuales, con las parejas que se van a vivir juntas sin estar casadas, con los métodos anticonceptivos, etc, etc; todas esas personas que “condenan” esto son simplemente hipócritas, y lo son porque no pueden ser otra cosa, ya que el trasfondo de su hipocresía es la ignorancia.

Como los hipócritas no saben lo que es la moral piensan entonces que la moral está asociada a todo lo que tiene que ver con el sexo. Para ellos, el sexo sin estar casados es pecado, los métodos anticonceptivos son pecado, el aborto (en todos los casos) es pecado, la eutanasia es pecado, el homosexualismo es pecado, generar justicia social en la sociedad es pecado, prohibir el maltrato animal es pecado, respetar el medio ambiente y las otras religiones es pecado; mejor dicho para ellos todos es pecado; lo único que no es pecado para ellos es la hipocresía, las externalidades de la religión, la corrupción dentro de las organizaciones que dicen o afirman defender el mensaje de Jesús de Nazaret cuando en realidad no lo practican, ni lo conocen, ni lo siguen.   

Los hipócritas viven de la respetabilidad impostada, de la aprobación de los otros hipócritas que son como ciegos tratando de cruzar una autopista con los ojos vendados. Para ellos el mundo debería detenerse en seco, o incluso, volver a las épocas de la Edad Media, de la inquisición, de la quema de brujas, de la quema de libros, de la disparidad de géneros, del oscurantismo científico, de la sociedad estratificada, mejor dicho, ellos quisieran ver al mundo convertido en el infierno de su propia falta de discernimiento, de meditación, de estudio, de reflexión. Porque a los hipócritas desde pequeños les enseñaron a obedecer pero no a pensar, les enseñaron a ser hipócritas para tener un puesto en la sociedad; para hacer de la sociedad eso mismo que ellos son: una sociedad hipócrita.

Lo más peligroso de los hipócritas es que ellos no son felices, porque desde luego, no saben ser felices, como no saben nada de nada. Entonces, como ellos no son felices tratan de que los demás tampoco lo sean. Para esto, deciden que los demás asuman sus propias posturas ignorantes fanatizadas, para el que mundo sea un reflejo de lo que son ellos. No soportan ver a los que no son hipócritas vivir plenamente con alegría y felicidad, porque ellos no lo son, porque no saben cómo serlo. El hipócrita es peligroso para la sociedad, pero sobre todo para sí mismo, el hipócrita es el gran enemigo de la Nueva Humanidad, de una Nueva Humanidad más fraterna, más cooperante, más próspera, más pacífica.



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