Escribo estas letras con todo el respeto
hacia quienes profesan veneración por la figura de quien partió la historia de
Occidente en dos: Jesús de Nazaret; no es mi intención imponer o definir quién
fue él desde lo histórico o desde lo teológico, simplemente expongo mi visión
personalísima de esta figura gigantesca en lo moral, en lo religioso, en lo
místico, en lo histórico.
Recuerdo que mis padres me bautizaron en la
Iglesia Católica, me confirmé en esta misma iglesia, y ellos –mis padres- eran
fervientes practicantes de esta religión. Con el paso del tiempo mi relación
con el catolicismo ha variado; cuando niño era fiel seguidor de sus doctrinas,
cuando era adolescente mi concepción varió un poco hacia el escepticismo,
cuando llego a mayor tengo una relación no ya tan tormentosa y crítica, pero
sobre todo, mi gran acercamiento al catolicismo ha sido por figuras como la de
Jesús de Nazaret.
¿Fue o es un dios? ¿Es el hijo de Dios? ¿Fue
o es un mesías? ¿Fue un maestro espiritual y nada más? ¿Un iniciado o iluminado
en la verdad? Ni idea, porque para mí, lo importante de Jesús de Nazaret fue su
mensaje. La relación de los judíos con Dios era compleja, el Dios del Antiguo
Testamento era un Dios agresivo, malgeniado, sulfurado; en cambio, Jesús les
dijo que no, que Dios era un padre amoroso, que todo lo perdonaba, que era solo
amor y nada más. Grave, decir eso le valió la crucifixión romana a instancias
de los ortodoxos de la ley judía. Aunque según la historia, fueron los judíos
sus más fervientes seguidores, y fueron ellos quienes transmitieron al mundo
las enseñanzas del Maestro.
El mensaje de Jesús se puede resumir en una
palabra: amor. Amor a sí mismo, amor al prójimo, amor a Dios. Perdonar a todo
el mundo y fluir con la vida de manera apacible y sin complicaciones. Todas las
parábolas del Maestro giran alrededor de esta idea sencilla, pero contundente.
Sí, hablar del amor le costó la vida a Jesús (aunque la tradición afirma que
resucitó), porque el statu quo imperante en Palestina hace 2.000 años le
impedía hablar de esta manera a un pueblo invadido por los romanos y con
influencias de otras culturas paganas, por lo que los sacerdotes exégetas de la
ley judía no podían permitir que ese mensaje de amor se filtrara en la psiquis
de la gente ya que podía ocasionar la disolución del aparato establecido para
transmitir la idea de Dios que se consigna en el Antiguo Testamento. El amor no
es lo importante en ese libro, lo importante es seguir la ley, las
recomendaciones de Dios, no es amar lo que te salva, es seguir los pasos y las
conductas a raja tabla de esas directrices. El mensaje de Jesús era demasiado
revolucionario para esa época. Sin embargo, vuelvo a recordar que muchos judíos
sí lo entendieron, y sí siguieron sus enseñanzas. Otros lo respetaron y
admiraron, aunque siguieron siendo judíos en esencia.
¿Ha cambiado la cosa 2.000 años después? Creo
que no; creo que el mensaje de Jesús de Nazaret sigue siendo revolucionario y
anti-sistema, por eso los aparatos establecidos siguen afanosamente
concentrados en la forma de las cosas y no en el fondo. El problema no es ser
de una o de otra religión, el problema no es practicar X o Y ritual, el
problema no es venerar X o Y imagen, el asunto es ser una buena persona, una
persona moral, una persona que sea espiritual y que se mueva en el mundo
físico. Mejor dicho, el asunto es aplicar las enseñanzas de Jesús, lo cual para
nuestra sociedad es difícil porque nuestra cultura todavía rechaza la idea de
ver en el otro a nuestro hermano, y más bien ven en el otro a un competidor.
Nuestra humanidad todavía se basa en la idea de la competitividad, de la
dominación, de la explotación, del egoísmo, de la mezquindad, del materialismo.
La gran idea de Jesús de Nazaret era crear una Nueva Humanidad, un nuevo Hombre
que se basara en el principio simple de la fraternidad, de la cooperación, del
amor universal hacia todo lo creado: los humanos, los animales, el medio
ambiente.
2.000 años después de la venida de Jesús de
Nazaret el mundo todavía no entiende su mensaje, no se aplica, o si se entiende
se ve como ingenuo, como peligroso, porque es un mensaje que destruye los
cimientos de la antigua humanidad, basados en todo lo contrario de lo que
esgrimió el Maestro. La Nueva Humanidad aplicará el mensaje de Jesús y no sus
formalismos, sus ritualismos, que él nunca implementó, porque sabía que lo
importante era el amor, que se establece en el corazón y en la mente, y no en
la superficie, en la materialidad.
Ojalá que los seres humanos que se dicen ser
cristianos (católicos o protestantes) empiecen a aplicar las ideas de Jesús de
Nazaret para empezar a configurar de una vez por todas una Nueva Humanidad
basada en el amor universal, el perdón, la reconciliación, la cooperación, la
fraternidad, la espiritualidad, la hermandad entre todos los hombres sin
importar su religión, su preferencia sexual, su género, su raza, su status social o económico, o su
procedencia nacional.
¡Gloria a ti Jesús! ¡Gloria a ti Maestro!
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