Lo confieso: me encanta ver
los desfiles de esta marca de ropa interior femenina. Muchos dirán: “¡Qué
depravado!”, otros: “¡Qué viejo verde!”; pero sí, es inevitable, ver a esas
hermosas mujeres mostrando sus cuerpos semidesnudos, es casi que una obligación
de todo hombre que está encarnado en este mundo.
La marca Victoria’s Secret se ha hecho
mundialmente célebre en el mundo entero por brindar un servicio inusual, único,
el de brindarle la oportunidad a los hombres de comprar ropa interior femenina
sin sentirse avergonzados. De hecho, eso es lo que busca esta marca, que los
hombres visiten sus tiendas de manera física o virtual para adquirir lencería
femenina, ¿a quién? ¿Comprarle ropa interior a quién? A sus mujeres, en este
sentido, cuando digo “sus mujeres” me estoy refiriendo a sus esposas, a sus
novias, a sus amantes, a sus amigas “con derechos”, a sus familiares, a
cualquier mujer.
¿Qué mecanismo utilizan
para hacer que los hombres hagan esto, para que compren ropa interior? Pues,
una muy sencilla, utilizan la fantasía. En esos desfiles anuales de Victoria’s Secret podemos observar a
supermodelos caminar elegantemente en una pasarela, vistiendo diminutas prendas
y generalmente portando unas enormes alas artificiales que las hacen ver como
ángeles.
Creo que todo hombre, en su
sano juicio, cuando observa este show, se le cae la baba de la boca. Es
inevitable; un espectáculo de mujeres hermosas, muy hermosas, vistiendo
delicadas prendas de lencería, y acompañadas generalmente de un show musical,
provoca sensaciones de excitación y de lujuria incontrolables.
Victoria’s
Secret no hace esto por amor al arte, de eso estoy seguro, o
por reverencia a la mujer; lo hace para vender su ropita. Los señores que se
derriten al frente de un televisor o de un computador cuando ven este show, se
imaginan o fantasean inmediatamente que pueden estar de manera íntima con estas
lindas chicas, las modelos. Sin embargo, la realidad es otra; esas supermodelos
solo se meten con gente de su mundo glamoroso; son novias o esposas de
cantantes famosos, de millonarios, de playboys, de modelos como ellas, de tipos
llenos de dinero o de hombres increíblemente guapos del ámbito del jet set.
Así es la vida, qué le
vamos a hacer, las chicas lindas se juntan con hombres atractivos, y a la demás
gente nos toca o quedarnos solos o enamorarnos de personas normales. Pero Victoria’s Secret tiene una fórmula para
que los hombres no se sientan defraudados; tal vez no puedan estar o salir con
esas supermodelos, pero sí pueden comprar ropa interior –que visten esas diosas
en los desfiles y fotografías- para las mujeres que son accesibles a ellos. Victoria’s Secret vende entonces
fantasía, y eso no está mal, muchas marcas de productos de belleza lo hacen.
Los hombres no pueden intimar con esas chicas de piernas largas, cuerpos
esculturales y rostros preciosos, pero sí lo pueden hacer con las mujeres que
hacen parte de sus círculos cercanos. Usted –señor espectador de los desfiles
de Victoria’s Secret- nunca conocerá
o se acostará con estas lindas chicas, pero sí puede comprarle lencería a su
esposa, a su novia, a su amiga, a su amante, etc, etc.
El pobre pervertido –dura esta
palabra, porque creo que también me describe a mí-, puede hacer realidad su fantasía
en parte. Nunca se acostará con las modelos más cotizadas del mundo, pero sí
puede comprar ropa interior para la mujer que sí le puso atención, que sí le
paró bolas, que sí cayó en sus redes. Esa mujer, se vestirá con la ropa
interior que el pervertido –lo digo con cariño de compañerismo- observó en un
desfile de Victoria’s Secret. ¿Se
pondrán bravas las chicas por esta razón? Yo creo que no, creo incluso que
secretamente le dan las gracias a Victoria’s
Secret por influenciar, alterar, excitar a sus hombres. Las que terminan
ganando son ellas, las mujeres que son parejas de los hombres que ven los
desfiles de esta marca de ropa interior.
Yo observo estos desfiles
por puro gusto estético, artístico; me parecen increíbles, son fabulosos. No
creo que haya nada de pervertido en esto –estaba bromeando antes-; todo lo
contrario, es una oda al cuerpo femenino, al color, a la lujuria bien asumida,
al misterio de la atracción entre los sexos, a la alegría. Terminan vendiendo fantasía,
pero no son los únicos que lo hacen como ya lo mencioné.
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