“Breaking Bad” y la nueva televisión



Cuando era niño veía mucha televisión; aunque solo había dos canales y medio en aquel entonces en Colombia. Mis ojos no eran ovalados sino cuadrados por estar pegado a la “caja tonta”. Me sabía la programación, enterita, tanto de uno como del otro canal. Después, con el paso del tiempo, me volví más aficionado a la radio, a los libros, a salir a caminar, a escribir; la televisión dejó de ser tan importante en mi vida. En los últimos tiempos, la internet ha copado esos espacios de ocio y de trabajo.

No soy bueno para ver series largas, ni telenovelas; antes sí lo era, no me perdía un solo capítulo de las telenovelas o series que estuviera viendo en ese momento; y es que no hacía nada más, solo veía televisión. Eso cambió con el tiempo, como ya dije. Es por eso que series como “Breaking Bad” pasaron sin pena ni gloria por mi apretada agenda; nunca la vi en televisión a pesar de su inconmensurable éxito.

¿Cuándo decidí ver “Breaking Bad”? Hace algunas semanas; y lo hice por algo estrafalario, extraño; porque en Colombia se filmó una versión criolla de la exitosa serie norteamericana. Sí, los colombianos decidimos hacer una versión autóctona, llamada “Metástasis”, que por cierto, no quiero ver nunca jamás. Debido a las críticas contra “Metástasis” –la versión colombiana de “Breaking Bad”- me empujé a ver toda la serie original para saber cuál era el motivo de tanta polémica, y de tanto amor por esta historia que terminó en 2013.

Lo hice, me vi en una semana lo que los televidentes hicieron en cinco años; me vi todas las cinco temporadas y los sesenta y dos capítulos enteritos. Ahora entiendo completamente cuál es el motivo para tanto amor y tanta afición por este programa. Es simplemente fabuloso. Walter White es un profesor de química que ha sido diagnosticado con cáncer de pulmón; para pagar el tratamiento médico y para dejarles herencia a sus hijos y esposa, decide meterse a narcotraficante, a “cocinero” de metanfetaminas. Lo hace ayudado por uno de sus exalumnos –Jesse Pinkman- y contra viento y marea se involucra en un mercado oscuro y peligroso: el de los narcóticos. Allí le toca lidiar con hampones, criminales, capos, y toda una gama de gente con la que las personas no tienen contacto habitualmente, o por lo menos las que no están metidas en ese universo.



El creador de esta serie es Vince Gilligan, quien ya había sido escritor de los “Expedientes secretos X” y de otras series de televisión. Gilligan creó un universo en el estado de Nuevo México –donde se filmó la serie-, donde el desierto, el ambiente tex-mex, el bilingüismo, el sol, el calor, le dan una ambientación única a “Breaking Bad”; que precisamente es lo que no entendieron los productores de “Metástasis”, la versión criolla. Galardonada con varios premios Emmy, “Breaking Bad” superó las expectativas de la cadena de televisión que produjo el programa: AMC. Se dice que aproximadamente más de diez millones de personas observaron el capítulo final de la serie, y eso solo en Estados Unidos, lo cual es un verdadero record, posicionando a “Breaking Bad” como uno de los programas de televisión más importantes de la historia.

El bien y el mal, el dilema que atormenta al hombre, es el mismo dilema que atormenta a Walter White, el personaje protagónico, durante toda la serie. El decide quebrar los estándares de moralidad ordinaria para actuar por un motivo justificable –para él- : su propia curación y su familia. Aunque al final del programa Walter confiesa que todo lo hizo para él y solo para él, “para crear un imperio”, “para saber de qué era capaz”.

Durante todos los sesenta y dos capítulos de la serie se le presenta al televidente un dilema moral, ¿usted haría eso que hace Walter White? ¿Usted produciría metanfetaminas? ¿Usted mataría? ¿Usted engañaría a su esposa y a su familia? ¿Usted resquebrajaría todos los modelos de moralidad ordinaria? ¿Usted sería Walter White? La serie toma partido a fin de cuentas, ya que si no lo hiciera o si no lo hubiera hecho, habría sido una total irresponsabilidad; una verdadera inmoralidad. Al final hay moraleja, aunque muchos piensen que no; pero sí la hay, y una muy fuerte, aunque no quiero dañarle la historia a quienes no han visto el programa todavía; quiero decir que sí, al final hay un juicio moral por parte de los creadores del programa; toman una posición definitiva sobre lo que hizo Walter en todos los sesenta y dos capítulos de “Breaking Bad”.

El hombre, en circunstancias salvajes y extremas, es capaz de hacerlo todo; de matar, de robar, de mentir, de engañar; eso es lo que ocurre en el programa, porque Walter White –interpretado magistralmente por Bryan Cranston- siempre se encuentra en circunstancias extremas, debido a su propia conducta, debido a sus propias elecciones. ¿Qué pasa con la moral en esas circunstancias? ¿Se tuerce? ¿Se relativiza? ¿Se crea una nueva moral? Creo que no, lo que ocurre es que cada quien actúa de acuerdo a su nivel de conciencia. La conciencia de White es demasiado materialista, demasiado superficial; su concepto del bien y el mal está ligado al dinero, al poder, al bienestar físico; y eso es tener una conciencia muy precaria de la vida; pero es la conciencia que tienen muchas personas.



La vida no solo es tener poder o dinero, también es tener paz, alegría, felicidad, interiores. Sin embargo, eso solo lo sabe un grupo de gente que ya pasó por el infierno de Walter White. “Breaking Bad” podría también llamarse “El infierno de Walter White”, porque eso es lo que vive ese personaje durante los sesenta y dos capítulos de la serie. Un verdadero infierno, de asesinatos, de matanzas, de angustia, de preocupación, de decepción, de orgullo, de apariencias; una espiral de tortura interna que no para sino hasta el final. Vince Gilligan nos contó la historia de un infierno terrible; de un padecimiento absurdo, matizado con humor negro, con música, con chistes de doble sentido, con circunstancias absurdas, y con alguna precaria humanidad por parte de alguno o de algunos de los personajes, como el propio Jesse Pinkman, quien atormentado por la muerte de un chico en el desierto, decide arrojar dinero en un barrio pobre. Pinkman también vive atormentado por lo que hace con White, pero él sí muestra un poco de arrepentimiento, de reproche, a diferencia de Walter. El infierno que nos narra Gilligan se lo traspasa al espectador; somos nosotros los que padecemos con Walter White, y con su cómplice, y con su esposa, y con su familia. Hay humor, mucho humor en la serie, también hay crítica social; mucha crítica; pero lo fundamental es exhibir el padecimiento de los personajes principales, de un padecimiento que parece no tener final; como la vida. La muerte termina siendo el otro protagonista de “Breaking Bad”, muchos personajes mueren de forma violenta, aumentando esa espiral de dolor y de padecimiento que nos está narrando Gilligan.

El éxito de “Breaking Bad” fue ese. Tocar las fibras íntimas del espectador; hacer que el espectador se pusiera en el lugar del protagonista, vivir su padecimiento y su placer; ponerse a pensar como la haría White. Muchos quisieran vivir lo de Walter White, entrar en ese universo, para como él mismo lo dice en los capítulos finales, experimentar, romper la rutina, vivir al extremo, tener un imperio. ¿Alguien quisiera vivir lo que vivió White? Claro que sí, aunque no todos están dispuestos a pagar el precio: angustia, dolor, decepción, remordimientos, tristeza, fracaso.   
     
“Breaking Bad” se despidió en 2013 por la puerta grande; una serie que hace parte del movimiento de la nueva televisión, de la televisión que se puede ver por internet, de la televisión al alcance de los espectadores, de la televisión cercana a la gente, de la televisión cinematográfica. Con “Breaking Bad” se abre un nuevo capítulo en la historia de la comunicación masiva de entretenimiento; de una comunicación más personal, de historias más personalistas, más intimistas; “Breaking Bad” sin lugar a dudas es una estupenda serie que toca ver con prevención; sí, con prevención, porque si tú dejas a un lado tu escudo moral terminas compadeciendo a Walter White, terminas identificándote con Walter White, terminas padeciendo el mismo infierno de White, y eso está mal, ¿a quién le gusta sufrir? ¿A quién le gusta padecer dolor físico y moral? A nadie, solo a los masoquistas; y yo no creo que el masoquismo sea algo deseable.

Nunca me han gustado las películas de gangsters, de hampones; nunca, nunca; pero con “Breaking Bad” tuve que dejar a un lado mis preferencias y zambullirme en ese sancocho inmoral, de muerte, de maldad, para salir de allí a reflexionar, a pensar, a meditar, a escribir; y eso es lo que hago en este instante. Ese es el gran valor de la ficción; el legado y la herencia de las historias, de las buenas historias: que nos dejan pensando.  


Imágenes: www.amctv.com

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