Hace
varios años leí la primera parte de esta saga literaria (?) en la que se narra
el supuesto viaje en el tiempo de dos oficiales de la Fuerza Aérea
norteamericana a la época en la que vivió Jesús de Nazaret: siglo I de nuestra
era. Un viaje en el tiempo, narrado a manera de diario por el comandante de
esta misión: el mayor Jasón.
Obviamente,
y a simple vista, la historia parece absurda: ¿un viaje en el tiempo? ¡Qué
ridiculez! ¡Eso suena a ciencia ficción! El escritor de este libro, supuesto
legatario de los diarios reales del mayor de la USAF, es Juan José Benítez, un
periodista español famoso desde los años 70 por sus investigaciones sobre el
fenómeno OVNI.
Esta
saga “Caballo de Troya” está compuesta por nueve libros y uno adicional que
menciona lo que sucede después de finalizada la operación: “El día del
relámpago”. Han sido éxito a nivel mundial y se han vendido millones de copias
de esta historia que tuvo su publicación –de la primera parte- en 1984.
Juan
José Benítez o J.J Benítez (como es mejor conocido) ha dicho públicamente que
el mayor de la USAF norteamericana es o era un hombre de carne y hueso, y que
efectivamente le hizo entrega de esos diarios que el periodista reproduce en
los libros; mejor dicho, que esto fue real, aunque el propio Benítez asegura
que no tiene forma de probar el viaje en el tiempo a la Palestina del siglo I,
y que él simplemente ha sido un mensajero de ese supuesto mayor norteamericano
y el público común y corriente.
El
escritor de “Caballo de Troya” también ha sido acusado –aunque no formalmente-
de plagio, y sobre todo de un libro muy famoso en ciertos círculos esotéricos
denominado como “El libro de Urantia”. Según dicen los lectores de este último,
“Caballo de Troya” no es más que un “copy-page” del de Urantia. Benítez
responde que efectivamente su saga está basada en “El libro de Urantia”, no lo
oculta, pero que hay otras miles de fuentes más que él consultó para
contrastrar los diarios del mayor de la Fuerza Aérea norteamericana con la
historia real.
En
“Caballo de Troya” encontramos a un personaje central: Jesús de Nazaret. El
Hombre-Dios, con el que el mayor tiene una estrecha relación, tiene un mensaje
muy simple para las personas de su tiempo y para nosotros: Dios es amor, todos
somos hijos de ese Padre amoroso, y por lo tanto todos los seres humanos somos
hermanos. Adicionalmente, que nuestra alma es inmortal y que estamos
inequívocamente e irremediablemente condenados a ser felices.
Hace
varios años leí la primera parte “Caballo de Troya 1: Jerusalén”, y de verdad que
me encantó. Sin embargo, alguien me aconsejó que no lo siguiera haciendo porque
éste no era más que un plagio. Esa persona volvió con el mismo asunto de la
“fusilada” del “Libro de Urantia”. Entonces desistí de mi intención de volver
con las siguientes partes o continuaciones. Este año, sin embargo, una amiga
–que no sabía que yo ya había leído la primera parte- me prestó la segunda, y
por cosas de la vida, o del Destino volví con estos libros y desde allí no me
he despegado de ellos hasta hace algunas horas que terminé “El día del
relámpago”. Los libros –asegura su autor- son mágicos, y sí que lo son, porque
desde que los leo han surgido varias coindicencias (?) extrañas en mi vida. No
sé, tal vez, la mente a veces nos engaña, sin embargo, y a pesar de todas las
acusaciones contra Benítez, y de las sospechas sobre si el viaje en el tiempo
es real o no, creo que lo fundamental es el mensaje de Jesús de Nazaret en el
mismo; y es lo que permite olvidarse de la forma como llegó a plantearse esta
narración y volver con lo que importa: tratar de despertarnos a una realidad
espiritual y morir al materialismo egoísta y decadente que muchas élites
políticas y religiosas han administrado con propósitos egoístas y de otra
índole (¿maldad?), quizá.
Si
usted quiere leer “Caballo de Troya” como una novela hágalo, si piensa que es
verdad léalo como tal, si ni lo uno ni lo otro pues también léalo por pura
curiosidad y no se arrepentirá; aunque Benítez asegura que el lector no busca a
los libros, sino que son los libros los que buscan al lector. Si usted está
destinado a leer “Caballo de Troya” lo terminará haciendo y se acordará de
estas palabras.
El
libro es polémico porque contradice muchos de los hechos que la Iglesia
católica da por ciertos, por ejemplo: que la madre de Jesús tuvo más hijos, que
fueron Juan y Pedro los verdaderos instigadores de la nueva religión, que Jesús
no fue comprendido del todo ni por su familia ni por sus discípulos, que Jesús
hizo más milagros de los que cuenta la Biblia, y que su mensaje es totalmente
apolítico, pero más contundente de lo que se ha enseñado. En últimas el Maestro
Jesús, el verdadero Hijo del Hombre, sí hacía milagros, y era un Hombre-Dios,
pero lo importante fue su legado filosófico, su mensaje basado en el Amor.
Jesús vino al mundo a traernos esperanza, a decirnos que la vida es
esencialmente buena y que todo ha sido diseñado para el Bien.
Hoy
en día, el mensaje de Jesús de Nazaret sigue siendo pertinente. Hoy, cuando el
materialismo, el egoísmo y la falta de esperanza imperan en muchos corazones,
el mensaje del Galileo llega como un bálsamo para todas aquellas personas que
piensan que todo esto no tiene remedio y que la esencia del mundo es la maldad
y la oscuridad. Jesús dice todo lo contrario: “El mundo es bueno, el mundo es
amor, Dios es amor”.
En estos
seis meses –más o menos- he estado leyendo todos los libros de Caballo de Troya
y solo quiero decir que estoy agradecido con la vida por habérmelo permitido.
No sé qué nos traiga el futuro pero solo sé que el presente es bueno y que es
lo único que tenemos. Que es menester darle gracias a la vida, que tenemos que
esforzarnos por crear un mundo mejor: sin hambre, sin injusticia, sin
corrupción, sin terrorismo, sin pobreza, sin inequidad, sin falta de esperanza.
Llegó la hora de empezar a crear un nuevo mundo basado en las enseñanzas del
Hijo del Hombre: Dios es amor, todos somos hermanos de un mismo padre
espiritual, todos somos inmortales y todos seremos felices algún día. Gracias
también a J.J Benítez por haber escrito esta saga. Él sabe.
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