Indignación


No se trata de la novela que lleva este mismo título y que fue escrita por Philip Roth, tampoco de la película que está basada en este libro. Me refiero al caso de la niña que el pasado cuatro de diciembre encontraron muerta en un apartamento del Norte de Bogotá con signos de tortura y violación. Un caso que ha estremecido a la sociedad colombiana.

El presunto asesino es un miembro de una connotada familia de la capital de la República, y no digo el nombre, no por miedo, sino porque aún la Fiscalía se encuentra adelantando la investigación, y al parecer ciertos hechos no se han esclarecido del todo.

Abominable crimen, estamos de acuerdo todos –pues todos lo que estamos bien de la cabeza-; es inaudito que una persona que ha gozado de todos los privilegios que da la vida cometa un acto tan reprochable y tan sinsentido.

Obviamente varios políticos han salido en los medios de comunicación a pedir aumento de penas, cadena perpetua, pena de muerte, castración química, etc. Siempre que sucede un hecho de impacto a muchos oportunistas les da por pedir este tipo de medidas, las cuales, y lo sabemos todos los abogados, son ineficaces para combatir el crimen de raíz.

Es verdad, un hecho como estos debe ser castigado, por lo menos como para disuadir en algo a otros potenciales asesinos de cometer una atrocidad como esta, sin embargo, y lamento decirlo, imponer un castigo drástico no genera demasiados cambios en las conductas sociales.

El derecho penal tiene una dosis de ineficacia alta que los mismos penalistas reconocen en voz baja, pero, es indudable que todavía debe existir este derecho punitivo.

La pena de muerte es un castigo demasiado drástico, y también muy ineficaz. En Estados Unidos, por ejemplo, en muchos estados todavía existe esta pena, pero este país cuenta con muchas de las ciudades más peligrosas del mundo, en cambio, en Europa –donde no existe la pena de muerte en la mayoría de los países- cuentan con bajos índices de criminalidad y delincuencia.

¿Cuál es la solución entonces? ¿Aguantarnos las conductas pervertidas de sádicos, violadores y torturadores? Yo creo que el problema es más de fondo. Como siempre, es un tema axiológico, de valores, de educación. Muchos dirán que esta es una forma de complacencia y de alcahuetería con los criminales, pero realmente no lo es, es decir la verdad, y aunque duela, toca decirlo: nuestra sociedad es una sociedad enferma y en descomposición.

Los valores que deben primar en una sociedad constructiva deben ser la cooperación, la colaboración, la paz, la libertad, el amor por los demás, la vida; pero no, en Colombia desafortunadamente antivalores como el egoísmo, el individualismo, la deshonestidad, el materialismo, la indiferencia hacia el sufrimiento son inculcados a los niños desde pequeños, desafortunadamente. Yo sé que mucha gente estará en desacuerdo conmigo, dirán que esto no es así, y que el asesino de la niña Yuliana es un monstruo que merece el infierno. Pues, señoras y señores el problema como ya lo mencioné no es de penas ni de castigos, y con esto no quiero decir que el asesino de Yuliana no merezca un reproche drástico, porque sí, se lo merece. Lo que estoy diciendo es que el asunto debe revisarse en los mismos cimientos de nuestra comunidad, de nuestra civilización, de nuestra cultura. En algo tenemos que estar fallando como sociedad si a un privilegiado le da por violar una niña indefensa, torturarla y después matarla a sangre fría. Algo muy feo está ocurriendo en nuestra colectividad y no solo es por falta de penas drásticas.

El mejor homenaje que le podemos hacer a Yuliana –la niña asesinada- es replantear muchos de los valores de nuestra sociedad, que en realidad no son valores sino antivalores. Necesitamos prevenir que otras mujeres, que otros niños sean víctimas de homicidas, de pervertidos, de violadores, que sin esfuerzo destruyen la vida de un ser humano indefenso.

Nuestra indignación por este caso debe llevarnos a pensar con cabeza fría sobre el tipo de país que estamos construyendo. Las cárceles en Colombia están atestadas de gente y el crimen no cede, ¿por qué? Porque las soluciones se quedan en el papel; aumentar las penas, reformas las leyes, son soluciones que sirven para recibir aplausos de la multitud, de la concurrencia, pero no sirven para arrancar el problema de raíz. 

Mis condolencias para los familiares de la niña Yuliana que vivía desplazada en un humilde barrio de Bogotá. Obviamente que la gente se espanta por su muerte, pero no se espantó porque su familia viviera en la pobreza, en la indigencia, en condiciones deplorables, y pienso que ahí está la causa de todos nuestros males: la indiferencia hacia el sufrimiento de los otros. Para reflexionar.


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