Enseñar por sincronicidad


¿Qué es sincronicidad? Es cuando dos sucesos parecidos o semejantes tienen lugar simultáneamente sin que en apariencia haya una conexión directa entre ellos, es como una especie de coincidencia, como si alguien estuviera de acuerdo con otra persona para realizar algo pero que en realidad no hay acuerdo.

La sincronicidad ha estado muy de moda últimamente, porque es un término oriental que poco o nada nos concierne a los occidentales quienes nunca vemos nada misterioso en nada, todo tiene una razón causal, todo tiene lógica. La sincronicidad va en contra de esa aparente seguridad racional.

¿Cómo es eso de enseñar por sincronicidad? Lo vienen haciendo los maestros orientales desde hace siglos; es la más vieja de las escuelas pedagógicas, por llamarla de alguna forma. La pedagogía de la sincronicidad ha sido utilizada por el budismo zen, por el taoísmo, por el yoga, etc; incluso, por las religiones occidentales. Jesús de Nazaret enseñó por sincronicidad a través de las parábolas.

Sincronicidad es enseñar sin enseñar, es algo así como el postulado taoísta del Wu Wei: “Hacer sin hacer”. En este caso la sincronicidad es tratar de transmitir un conocimiento de manera indirecta, es despertar en el alumno un conocimiento que ya conoce, que ya sabe, o por lo menos se trata de encender una llama interior a través de una acción, de una palabra, de un estímulo, de un regaño, de un discurso, de una canción, de un poema, etc. Hay diferentes medios para enseñar por sincronicidad. El arte es un ejemplo de enseñanza bajo esta modalidad. Muchos cuentos, novelas, cuadros, poemas, canciones nos dicen algo, pero lo dicen sin decirlo, nosotros en nuestro interior captamos el mensaje sin que no lo digan de frente.

Los koan del zen son ejemplos vivos de enseñar por sincronicidad. Los koan son como cuentos que en apariencia no tienen ninguna lógica, pero que si se meditan sin esfuerzo o con algo de esfuerzo –por lo menos- nos pueden decir mucho o nada. Generalmente nunca dicen nada y ahí está el éxito del asunto, que generan un silencio interior que lleva a la auto-reflexión o a la auto-contemplación por parte del alumno.

En la enseñanza por sincronicidad el maestro no tiene la más mínima intención de enseñar, solo desea que el alumno entre en la misma onda en la que se encuentra él, en el mismo estado de conciencia y para ello recurre a discursos, cuentos, o acciones espontáneas como tomar el té, o pegarle un ligero coscorrón al estudiante –aunque eso no significa que haya que agredir o maltratar al alumno-, el golpecito es como una pequeña sacudida para que el estudiante despierte del aletargamiento. Es el golpecito que reciben en la espalda los practicantes del zazen en el budismo zen cuando se están quedando dormidos; el maestro les da un toque por la espalda para que se despierten y para que simbólicamente “tomen conciencia”.

Obviamente, enseñar por sincronicidad no implica “pegar palizas” o agarrar a coscorrones a los estudiantes; no, nunca se puede enseñar nada a nadie a través del maltrato o de los castigos físicos, eso solo es estupidez. Las acciones de los maestros orientales que enseñan a través de la sincronicidad no están basados en la violencia, el odio, o el orgullo, están basados en la compasión.

El maestro siente compasión por el alumno –y no hay que confundirla con el pesar- y por eso le enseña sin enseñar. En cambio, en las otras pedagogías, sobre todo en las occidentales, que principalmente utilizan el método del fracaso o del éxito, el maestro muchas veces enseña por dinero, por orgullo, por poder, por ego, o porque simplemente ese es su oficio. En Oriente la maestría es la mayor expresión de compasión hacia otro ser humano, es despertar una llama interior de manera suave, indirecta, sin coaccionar, sin ofender, sin obligar, es estar en armonía con el proceso interior de cada ser humano.  

Por ejemplo, el arte es el mejor ejemplo de enseñar por sincronicidad. Una pintura nos puede generar una reacción interior, un poema nos puede provocar una epifanía, una novela nos revela una idea desconocida y novedosa. Sin embargo, este método de enseñanza es poco utilizado en Occidente porque la educación en nuestro medio se ha convertido –muchas veces, aunque no todas- en una simple transmisión de datos, en una instrucción, y la sincronicidad se utiliza para formar, no para informar, afortunadamente.

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