Estar sin brazos

-¿Se cayó de una moto?- me preguntan con frecuencia.

-No, un tipo me atacó- respondo con esa misma frecuencia.

El año pasado, por el mes de noviembre, me fracturé los dos brazos, a la altura de las muñecas. Los dos huesos radios se fracturaron. Debido a esto me operaron, y me colocaron dos platinas, para sostener los huesos rotos.

Como si fuera una ironía de la vida, el martes anterior al accidente – por no decir ataque-, había publicado mi cuarta novela: “Robots en índigo”. De alguna forma u otra, ese día recibí un correo electrónico de la página web Free-ebooks-net. En este correo me invitaban a publicar mi nuevo escrito. Obviamente sin saber que ya tenía uno. Así lo hice. Esa semana estuve muy contento por la publicación virtual.

Al llegar el sábado, a un gamberro se le ocurrió pegarme patadas y puños por haberle hecho un reclamo. El desadaptado es el dueño de una tienda en el barrio donde vivo. El producto del reclamo fue la fractura de mis dos brazos.

Digo que fue irónico, porque aparte de ser abogado y profesor, soy escritor. Para poder escribir necesito de los dos brazos, y de las dos manos. Obviamente sentí mucho temor. ¿Será que esto me impedirá seguir escribiendo? ¿Terminaré siendo un minusválido? Las respuestas a estos interrogantes se dieron semanas después. Medicina Legal me dio una incapacidad de 55 días. Tenía que rehabilitarme, hacer fisioterapia, y tener unas platinas con tornillos de por vida.

El pasado 18 de marzo de 2013, anuncié la publicación de mi nueva novela. A mediados de enero comencé a escribirla, todavía me dolían las manos, y mis brazos estaban parcialmente engarrotados. Como una nueva oportunidad que me da la vida, logré vencer mi mayor miedo: el de quedar inválido.

Gracias a ese accidente -o ataque más bien-, descubrieron que soy hipertenso. Logré vencer la adversidad, y volví a una actividad que me encanta: escribir. Descubrí que la vida, a pesar de todo, es buena. La vida es buena porque es perfecta. Yo sabía que el universo no me podía dejar colgado de la brocha. Gracias a todos mi amigos y familiares que me apoyaron a pasar este trance absurdo. Hoy en día compadezco aún más a quienes no tienen una extremidad, o simplemente no se pueden mover. Que Dios les dé salud y esperanza, y que quienes los rodean les den ánimo para seguir adelante.     

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