El dulce y tierno encanto del fracaso

Un conferencista mexicano, Miguel Ángel Cornejo, tenía la siguiente frase: "Hay personas que se proponen fracasar y lo logran; y por eso se sienten exitosos, han logrado lo que se proponían". Obviamente el mencionado orador emitía esta frase a manera de chiste; Cornejo es uno de los más famosos exitólogos del mundo. ¿Qué es un exitólogo? Una persona que estudia el mundo del éxito, logra captar las conductas que llevan al triunfo, y deciden enseñárselas a los demás. En Colombia tenemos a nuestro propio Miguel Ángel Cornejo, se trata de Jorge Duque Linares, un señor muy bien puesto de traje y corbata que durante media hora en ciertos canales de televisión estimula a la gente para que piensen positivamente y lleguen al éxito. 

Uno de los exitólogos más famosos del mundo era el señor Dale Carnegie, conocido por su libro "Cómo ganar amigos e influir sobre las personas"; Carnegie fue uno de los primeros "coachings" modernos, y quiero confesar que muchos de sus consejos todavía los aplico en la vida diaria, y que a veces me provoca hacerme un hipnotismo para dejar de inconscientemente aplicarlos porque a veces me aburre hacerlo. El positivismo se ha convertido en todo un negocio en el mundo, cientos o miles de "coachings" andan por ahí dando conferencias sobre autosuperación, pensamiento positivo, y éxito. También hay miles de libros y videos que hablan sobre lo mismo; uno de aquellos libros más destacados de los últimos tiempos ha sido "El secreto" que habla sobre la ley de la atracción, revelando supuestamente algo que todos sabemos: la ley de causa y efecto, o de acción y reacción. 

No estoy en contra de eso, incluso me parece muy bien, soy uno de los usuarios más fervientes del negocio del positivismo, de la exitología, y de la autosuperación. Siento afecto por esos temas y por esos libros. Sin embargo, a veces, el éxito en nuestra sociedad se convierte en una suerte de logros inanes que sólo llevan a que  nos sintamos vacíos, o insatisfechos. En nuestra sociedad capitalista el éxito está marcado por logros materiales: dinero, poder, prestigio, fama, posesiones, belleza. El éxito se convierte en una obsesión, y todo nuestro sistema de relación humana ha quedado supeditado a obtener logros objetivos que paradójicamente no dan felicidad. Si las personas fueran felices con sus automóviles no los cambiarían cada año, como algunos lo hacen; si las personas fueran felices con su ropa, no comprarían más ropa de moda, ¿me han entendido?, los logros materiales que supuestamente marcan el éxito no dan felicidad, no dan satisfacción, o sólo la dan limitadamente, sólo dan placer. 

Desde hace algún tiempo, leo libros sobre budismo, en especial sobre budismo zen. En esta onda de pensamiento positivo y autosuperación que me gusta. El budismo dice que el problema del sufrimiento es el deseo. En este sentido, lo que nos atormenta no son las cosas exteriores, son nuestras actitudes ante las cosas exteriores las que nos mortifican. En el mundo capitalista esta premisa es equivocada; si alguien está triste no es por su actitud hacia el mundo exterior, es porque carece de algo: un carro, dinero, empleo, poder, una novia, o salud en el peor de los escenarios. El budismo dice que uno puede ser feliz a pesar de carecer de muchas cosas; eso es impensable en el pensamiento consumista capitalista.

En el mundo capitalista el objetivo es lograr el éxito, ¿y qué significa lograr el éxito? Significa tener cosas, ya sean materiales o no materiales, me explico, puede ser tener una casa, pero también tener una novia, o un puesto en una multinacional, ése es el éxito que nos venden a todo instante. ¿Qué es el fracaso? No tener dinero, no tener empleo, no tener novia, no tener ropa, no tener, no tener, no tener, el fracasado es el que NO TIENE. Nuestro sistema económico nos lleva a obtener cosas para que el sistema pueda seguir funcionando; el problema es que al sistema no le importa nuestra felicidad, le importa que la gente compra y venda. Sin embargo, para ser feliz hay que fracasar rotundamente, ¿cómo así? Sí, y eso lo saben los sabios de todos los tiempos, para ser feliz hay que ser un perdedor, un fracasado en términos de nuestro sistema económico imperante. Si quieres ser infeliz busca como loco esos cachivaches que salen en los comerciales, y trabaja como loco para ello, algún día te darás cuenta de lo imbécil que has sido.

El fracaso tiene su propio encanto, su propio atractivo. Nos lleva a confrontarnos con nosotros mismos, y a pensar sobre las cosas importantes de la vida. Los japoneses tienen un dicho: "Si pierdes dinero no has perdido nada, si pierdes la salud pierdes algo, pero si pierdes las ganas y la esperanza de vivir lo has perdido todo". Esta última frase se la aprendí a Jorge Duque Linares (el exitólogo colombiano). Es verdad, si dependemos de cosas exteriores para ser feliz estamos jodidos, y es precisamente el fracaso el que nos muestra esto. Si fracasamos buscamos dentro de nosotros mismos la felicidad, sin embargo, eso sólo lo hacen una pequeña minoría de personas: los inteligentes; los imbéciles siguen pensando que son infelices porque no tienen algo, ya sea dinero, fama, poder, o cualquier otra cosa exterior. La gran mayoría piensa esto último.

El fracaso nos lleva hacia nuestro interior, a buscar dentro de nosotros la felicidad. Pero eso es difícil porque vivimos en un mundo que aborrece el fracaso, que odia el fracaso, que huye del fracaso. No hay fracasólogos, hay exitólogos por doquier que te enseñan a ser exitoso, a cómo conseguir lo que tú quieres: dinero, carros, poder, fama, etc, etc. Desde ahora, daré conferencias sobre el fracaso, y escribiré sobre el fracaso, y seré conferencista fracasólogo, estoy seguro que fracasaré, y eso me pone feliz. 

     

2 comentarios: