La Internet: una nueva forma de vida


Cuando yo estudiaba derecho en la universidad, y teníamos que leer alguna sentencia de la Corte Suprema de Justicia, era necesario ir hasta la sede de dicha alta corporación. Buscábamos la sentencia en unos librotes, después llevábamos el librote para sacarle fotocopia, y luego devolvíamos el mamotreto. Conclusión: invertíamos casi una tarde en dicha operación. Lo mismo nos ocurría con una nueva ley, decreto, o norma jurídica relevante para nuestro aprendizaje.

Estudiar en la era pre-internet era complicado; era el mundo de las enciclopedias, de los libros de texto, de las tarjetas bibliográficas, de los viajes vespertinos en día sábado a las bibliotecas públicas en compañía de la mamá. Era complejo, no lo podemos negar.

Hoy en día la cosa ha cambiado. La Internet nos ha transformado la vida. La información se consigue muy fácil. Consultar una sentencia e imprimirla en papel es una operación que no lleva más de diez minutos; lo mismo pasa con las leyes, con los decretos, o con cualquier documento académico publicado en la red. Estudiar hoy en día es más fácil por el acceso a la información y a los datos. 

¿Quiénes gozan más con este adelanto tecnológico? Yo creo que la franja de personas que están actualmente entre los treinta y los cincuenta años son quienes más disfrutamos de este artilugio, ¿por qué?

Quienes superan los cincuenta años de edad eventualmente saben manejar un computador, o una tablet, o un teléfono móvil, sin embargo, la relación de las personas mayores con la tecnología no es tan apacible. Hay cierta guerra secreta entre las personas mayores y la tecnología, qué le vamos a hacer. Yo creo que estas personas se criaron desde pequeños en un mundo no tan tecnológico, más rústico, más apacible, con aparatos menos sofisticados y más simples. La tecnología actualmente abochorna incluso a los más jóvenes por este mismo motivo. Las personas mayores utilizan la tecnología como una necesidad, pero su experiencia no es placentera. Eso sin contar con las personas de la tercera edad, quienes simplemente –y en muchos casos- detestan la tecnología y no les importa entender la Internet o el funcionamiento de los nuevos artilugios tecnológicos.

Los menores de treinta años, los jóvenes, los adolescentes y los niños, son los llamados “nativos digitales”, aquellos que nacieron y crecieron con el desarrollo de la Internet. Estas personas ven este adelanto como algo natural, como algo que siempre ha estado en sus vidas. Como para nosotros, es normal el agua, el teléfono, la luz eléctrica; para los nativos digitales, la Internet siempre ha estado ahí. No la disfrutan tanto como nosotros, los de mi edad. ¿Por qué? Porque no es sorprendente para ellos, porque nunca vivieron la era pre-internet, porque no se perdieron en las enciclopedias, y porque nunca han tenido que ir con la mamá un sábado a la biblioteca pública. La Internet –para los nativos digitales- es como el Sol, la Luna, o las estrellas; hace parte de la decoración desde que nacieron, o desde que crecieron. La facilidad en el manejo de la tecnología para ellos es elemental, es manifiesto; los artilugios electrónicos son una prolongación del cuerpo para esta gente. Por eso mismo, no hay sorpresa, no hay emoción, no hay asombro.

Para quienes ostentamos un rango de edad entre los treinta y los cincuenta años, la Internet es un milagro. Vivimos la era pre-internet, y manejamos estos adelantos con dignidad, con decoro. No hay esa guerra que tienen los mayores con los aparatos, pero tampoco vemos a la tecnología como la luz, el agua, o el teléfono. Yo me sorprendo siempre, cuando entro a navegar por la red; cuando puedo ver un video en línea, o escuchar una canción, o leer un libro en la pantalla de mi computador –u ordenador como dicen los españoles-. Los maduritos gozamos con la Internet, más que los mayores y más que los jóvenes. Es un regalo de Dios para las generaciones que gozamos los 70, o los 80, e incluso los 90.   


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