La mala educación, vuelve y juega


Ayer, el programa de televisión “Séptimo día” del canal Caracol presentó un informe sobre las actividades delictivas de algunos colombianos en el exterior. Vergonzoso, quiero decirlo, como colombiano no es agradable saber que compatriotas acuden al fleteo, a la clonación de tarjetas de crédito, a robar apartamentos, a la estafa, etc, etc. En Colombia estamos agobiados por esos mismos males, pero el colmo es que estemos exportando maleantes para que hagan de las suyas en países vecinos como Chile, Brasil, México, Paraguay, Perú, entre otros.

Quiero pedirles excusas a los habitantes de esos países, los cuales se han sentido afectados por las actividades delictivas de esos malos colombianos. Y digo malos colombianos porque en este país también hay gente buena, honesta, trabajadora, honrada. Pero sí, no podemos ocultar el sol con un dedo, la realidad de nuestra nación es dolorosa: estamos invadidos de hampones, de criminales.

En todos los estados del mundo hay criminalidad, y no quiero poner ejemplos para no entrar en comparaciones; pero la verdad es que aquí, en Colombia, estamos agobiados por diferentes modalidades de delincuentes: de izquierda, de derecha, del Estado, criminales comunes, bandas criminales, narcotraficantes, etc.

También es cierto que Colombia es la cuna de personajes famosos del ámbito mundial, entre ellos, García Márquez, Shakira, Carlos Vives, Juanes, Manuel Patarroyo, Carlos Valderrama, James Rodríguez, Falcao García, Fernando Botero (el pintor), Álvaro Mutis, Alejandro Obregón, y otros muchos. Colombia es un país rico en gente buena, pero a veces los malos nos dañan la fiesta en grande.

¿Por qué? ¿Por qué tanta criminalidad en Colombia? Yo hablaría de tres factores principalmente: 1. La pobreza, 2. La mala educación, 3. La tradición. Muchos dirán que no, pero la pobreza es fuente de delincuencia, caldo de cultivo de actividades ilegales. Colombia es uno de los países más desiguales del mundo, donde un puñado de gente vive en la abundancia, y el resto vive con innumerables limitaciones. Esa desigualdad social ha llevado al país a la violencia, al narcotráfico y a la corrupción. Mucha gente opina que la pobreza no es excusa para volverse delincuente, y tienen razón; sin embargo, la realidad determina que allí donde no hay educación, salud, vivienda, trabajo, los habitantes de esos lugares son más proclives a caer en actividades ilícitas porque no hay otra opción, es delinquir o comer.

El segundo factor de la delincuencia en Colombia es la educación; yo diría que es el más importante. He gastado varias horas explicando cómo el problema principal no es de cobertura educativa sino de contenidos, cómo estamos educando, de qué forma estamos educando a la gente en nuestra nación. La educación en Colombia es un mecanismo de ascenso social, de salir de la pobreza. Sin embargo, no tenemos idea de cuáles son los valores que debemos transmitir a los estudiantes. Tampoco sabemos cómo transmitirlos. En esto han ayudado los medios de comunicación – me refiero a la mala educación-, inculcando valores como el dinero fácil, la violencia, la criminalidad, el hampón como héroe. Una verdadera revolución educativa en Colombia no consiste en volver bilingües a los estudiantes, o volverlos todos ingenieros. Tenemos que educar en valores, y de forma agresiva. Inculcar la cooperación, el pacifismo, la honestidad, el respeto. Pero no solo en las aulas de clases, también en la calle, en el hogar, en las oficinas públicas y privadas, en todos lados. Una revolución educativa en Colombia implica generar nuevas actitudes ante la vida, más constructivas y útiles. Sin embargo, gran parte de la élite que manda en Colombia está corrompida, no le interesa inculcar nuevos valores porque eso implica poner en peligro su poder, su preeminencia. Es un círculo vicioso. Ese círculo vicioso corrupto es el que ha hecho de la corrupción en Colombia un estilo de vida. Ya no les da pena a los corruptos decir que son corruptos, porque eso ha sido adoptado en Colombia como el status quo.  También hay gente buena y honesta en las élites gobernantes, pero como dice el dicho: “una golondrina no hace verano”.    

La tradición sería el tercer factor que determinaría el clima de criminalidad en Colombia. La forma como se conquistó nuestra nación fue terriblemente violenta, brutal y salvaje. Los europeos que vinieron a América lo hicieron con el único fin de enriquecerse a cualquier precio, debido a esto masacraron indígenas, esclavizaron africanos, cometieron cualquier cantidad de arbitrariedades, y lo peor: desobedecían las órdenes que les impartían desde Europa. Los conquistadores y colonizadores de nuestros territorios no fueron ángeles precisamente, y esa manera de imponer el poder ha sido una tradición desde entonces: utilizar la violencia, la brutalidad. Todo el que quiere tener poder lo hace pisoteando al otro, irrespetando al otro, porque lo que importa es mi propio beneficio. Mala tradición.

Colombia es un país de gente mayoritariamente buena, amigos extranjeros que me leen; pero no podemos decir que todos sean monjitas de la caridad. Hay verdaderos salvajes que han cometido y cometen atrocidades. Estamos en la vía de cambiar todo esto no les quepa la menor duda, estamos trabajando para que Colombia sea un país vivible, y para que seamos una luz para América y no un conjunto de sombras.  

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