El fútbol: ¿culto, o evasión de la realidad?


Acaba de finalizar el Campeonato Mundial de Fútbol, que se llevó a cabo en Brasil. Alemania resultó ganadora del evento orbital.  Durante un mes los medios de comunicación se volcaron completamente para ofrecer una información completa y definida de lo que ocurría en este certamen deportivo, que según algunos, es el más importante del Planeta.

Cuando yo era niño fui muy aficionado al fútbol, tal vez porque lo podía jugar; hoy en día no lo puedo hacer por razones médicas ya que sufro de una avanzada miopía. El fútbol era una verdadera pasión para mí, aunque como jugador era un verdadero fiasco; veía por televisión los partidos de los campeonatos mundiales, de las ligas alemana e italiana, y también de la colombiana. Siendo niño me convertí en adepto de Millonarios, uno de los equipos profesionales de la capital de Colombia.

Con el paso del tiempo esa pasión ha decrecido, tal vez porque no puedo practicar este deporte físicamente, o tal vez porque fue tanta mi afición que me empezó a “saber a cacho”, esto es, que me hastié, que me empalagué. Sin embargo, cada vez que hay campeonato mundial lo sigo en detalle, y veo los partidos en la medida de la posible.

No soy aficionado de ir al estadio, o de observar los encuentros de ligas internacionales –como la española o la inglesa- o de la nacional; no, la verdad veo de vez en cuando los partidos de la selección Colombia de fútbol, y pare de contar. Esa pasión desmesurada, ese embeleco obsesivo se ha ido calmando con el transcurrir del tiempo.

A muchos no les ha pasado lo que a mí, mejor dicho, siguen como fieles adeptos a este deporte como si fuera un culto religioso. Conozco personas que se fueron a Brasil, para el Mundial, que se endeudaron, que reventaron las tarjetas de crédito, todo con el fin de ser testigos directos del evento orbital. Hay gente que asiste al estadio con frecuencia, y en muchos casos hacen parte de barras bravas. Estas barras bravas no aceptan que existan personas afines a otros equipos, y emprenden acciones de violencia y de salvajismo adentro y fuera de los estadios.

El fútbol no es más que un deporte, un show de entretenimiento. No es la vida, es una actividad artificial creada por el hombre para divertir, y nada más. Pero muchos se lo toman a pecho, y debido a su afición comienzan a realizar acciones estúpidas e ilógicas, como matar o golpear a quien lleve una camiseta alusiva a un equipo rival.

Mucha gente llora después de un partido, o se embriagan para celebrar un triunfo, o se emborrachan para aliviar con licor una derrota. El fútbol termina siendo una pasión incontrolable para varios.

También tenemos que ver que este deporte es un negocio; muy rentable en no pocos casos. La FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación) es una verdadera potencia económica, una multinacional que al parecer ganó más de 4.000 millones de dólares con la realización de este último mundial –el de Brasil-. No sabemos cuánto ganó el país anfitrión, pero sí sabemos que los señores de la FIFA se fueron con los bolsillos llenos. Un negocio redondo.

No faltan las teorías de la conspiración que afirman que el fútbol no es más que un método de evasión de la realidad que utilizan los gobiernos para distraer a la gente de los problemas reales: falta de empleo, de salud, de educación, de vivienda, etc. El fútbol cumpliría la misión de tender una cortina de humo sobre la verdad verdadera. Precisamente en Brasil, un sector importante de la población estuvo en desacuerdo con la realización del Mundial; incluso, personajes famosos del país carioca se mostraron escépticos por las ganancias reales que traería montar el circo del fútbol mundial en estas tierras.

En 1986 Colombia declinó ser la sede del evento mundialista; el presidente de la República de aquel entonces Belisario Betancourt dijo que era más importante construir escuelas y hospitales que hacer el Mundial. Hoy en día en Brasil existe todavía ese dilema, o esa crítica, porque el Campeonato ya se llevó a cabo. Las consecuencias vendrán posteriormente para los organizadores nacionales y para los políticos, específicamente para Dilma Rousseff, quien está pendiente de ser reelegida para un nuevo período constitucional.

El fútbol es una excelente entretención, pero hay que mirarlo en su exacta proporción, y es esa, que solo es un juego, una diversión; no hay que tomárselo en serio. Mientras veintidós personas van detrás de un balón para embocarla en una cancha, la vida sigue, continúan los problemas, el hambre en el mundo, el terrorismo, el calentamiento global, la inequidad social, la injusticia, etc. Tenemos que ver el fútbol como un deporte, como un show, y de esta forma su práctica será más sana, y nosotros nos concentraremos en lo importante, en vivir.   

1 comentario:

  1. Estoy muy de acuerdo. Además porque con este deporte se han creado otros dioses y los deportistas se lo han creído.

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